En 1993, Steven Spielberg puso en pantalla uno de los anhelos del ser humano: traer al presente una parte del pasado. Este robo al tiempo no era a través de la memoria o de una fotografía, sino por medio de la clonación. Gracias al ADN presente en el vientre de un mosquito prehistórico conservado en ámbar, los científicos de Jurassic Park pudieron clonar dinosaurios que se extinguieron hace 66 millones de años. El entusiasmo inicial se transforma en terror cuando se descubre que los dinosaurios, supuestamente incapaces de reproducirse porque todos los ejemplares clonados son hembras, han tenido retoños. Uno de los científicos visitantes del parque, el Dr. Ian Malcolm (Jeff Goldblum), matemático experto en la teoría del caos, advierte sobre el peligro de pretender controlar la vida, pues "la historia de la evolución es que la vida escapa a todas las barreras". La vida se adapta para sobrevivir. ¿Qué pasa cuando el ser humano se entromete en este proceso? Terminamos con un velociraptor limpiando sus colmillos con nuestros huesos.
Aunque la clonación sigue presentándose en los límites de la ficción científica y la ciencia, lo cierto es que surgió en un ámbito menos especulativo: la agricultura. En 1903, el agricultor estadounidense Herbert J. Webber propuso una nueva palabra para referirse a la propagación asexual de plantas por medio de esquejes: clon. La palabra \u2018clon\u2019 proviene del griego antiguo y significa ramita. La palabra fue bien aceptada dentro del círculo botánico y no pasó mucho tiempo para que su uso se expandiera al reino animal. En 1912, George Harrison Shull, un genetista botánico, sugirió que el término clone fuera usado para referirse a "todo grupo de organismos que tengan un carácter genotípico idéntico (misma información genética) y que surjan por cualquier clase de reproducción asexual". Cincuenta años después, el científico y matemático J.B.S. Haldane proponía la clonación de personas exitosas y excepcionales para que, a partir de los cincuenta años, se dedicaran a educar a sus réplicas para evitarle los obstáculos y traumas a los que suelen enfrentarse las personas altamente hábiles e inteligentes. Haldane era gran amigo de Aldous Huxley, quien describía en su novela Un mundo feliz (1932) la reproducción de la clase de sirvientes a partir de la división in vitro de embriones para crear copias idénticas. ¿Cómo ven?
Si bien parece que la clonación humana aún está lejos de ser una realidad, recordemos a la oveja Dolly, quien fue clonada en 1996 por los científicos Ian Wilmut y Keith Campbell del Instituto Roslin de Edimburgo, en Escocia. Dolly fue sacrificada en 2003 debido a problemas de salud. La conmoción ante lo que habían logrado Wilmut y Campbell no duró mucho, pues pronto la clonación animal se ha vuelto un negocio bastante jugoso. ¿No me creen? Les cuento la historia de Samantha, una perrita que murió a sus 14 años y fue clonada a partir de células de tejido bucal y de la piel de su vientre. La clonación costó 100 mil dólares. ¿Quién desembolsó tal cantidad de dinero? Barbra Streisand.
En una columna del New York Times de marzo de 2018, Streisand nos cuenta que fue más fácil dejar ir a su perrita Samantha después de que un amigo cercano le recomendó que enviara tejidos de su perrita a la compañía ViaGen Pets, en Texas. Esta compañía se presenta como "una oportunidad para que los dueños de perros abran una nueva ventana para extender sus relaciones con sus queridas mascotas." (sic). Y para los que se sienten un poco incómodos con la idea de clonar a su mascota, el equipo de ViaGen explica que "un perro clonado es simplemente un gemelo genético de su perro, pero nacido en una fecha posterior" (sic). Hay una invitación seductora en este negocio: recuperar a un ser querido. Sin embargo, esta invitación es un tanto tramposa. No me refiero a que sea malintencionada, pero juega con la idea de que la identidad de un ser querido, ya sea de una mascota o de una persona, podría estar definida únicamente por sus genes. ¿Esto es así? Streisand nos cuenta que los dos cachorros resultantes de la clonación de Samantha \u2013Miss Violet y Miss Scarlett\u2013 tienen personalidades distintas, son diferentes a Samantha aunque tengan sus mismos ojos y el mismo pelaje. "No puedes clonar un alma", concluye Streisand.
Hasta ahora no ha habido ningún reporte de perritos que se vuelvan contra sus dueños como en Jurassic Park (1993). Pero en ambos casos, en la clonación de perritos y en la de dinosaurios, nos encontramos con dificultades que no pueden ser controladas por genetistas en un laboratorio. El Dr. Malcolm señala el peligro de clonar a una especie extinta porque no sabemos cómo va a interactuar con el entorno actual. "Tuvieron su oportunidad" dice el Dr. Malcolm, "y la naturaleza los seleccionó para su extinción." ¿No es cruel clonar a una especie que tiene millones de años sin interactuar con el ambiente? Más aún, ¿no es peligroso? Si bien su ADN es uno, las adaptaciones de éste a un nuevo entorno pueden ser catastróficas. En el caso de las mascotas clonadas, la promesa extender nuestro tiempo con nuestro ser querido se muestra como una mera ilusión: ninguna mascota clonada será idéntica a su original porque la identidad, lo que hacía a Samantha ser, justamente, Samantha, es algo que no está escrito en los genes; va mucho más allá.
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El autor es conductor del "Banquete del Dr. Zagal" en MVS Radio y profesor de Filosofía en la Universidad Panamericana