El presidente de la República Mexicana, Andrés Manuel López Obrador, ha hecho de la Guardia Nacional la piedra angular de su plan de seguridad para enfrentar los índices históricos de violencia que se viven hoy en México. Sin embargo, a tres meses y días de haberse inaugurado el programa, es claro que la Guardia Nacional no es una organización civil sino es, ante todo, una organización puramente castrense.
El 30 de junio del presente año, la Guardia Nacional se inauguró por López Obrador acompañado por el general secretario de la Defensa, Luis Crescencio Sandoval González, y el almirante secretario de la Marina, José Rafael Ojeda, recorriendo en un vehículo el Campo Marte. Atrás, en un segundo plano, viajaba el secretario de Seguridad y Protección Ciudadana, Alfonso Durazo Montaño, quien, de acuerdo con la ley, es quien tiene el mando de la Guardia Nacional. Vimos la camioneta pick-up blanca lentamente recorrer innumerables filas de soldados que habían cambiado su uniforme verde obscuro por uno blanco con gris. La imagen no era de una ceremonia civil sino de una ceremonia militar que cuando vi estas imágenes me dio escalofrió. El armamento, el personal, el entrenamiento y los mandos de la Guardia Nacional son militares sin duda alguna. Cierto que la inseguridad que se vive hoy en México es apabullante, que el primer trimestre de 2019 ya es el más violento en la historia moderna de México, pero ninguna ciudadanía está dispuesta a aceptar el peligro de tener a las fuerzas armadas entre la población civil. Conocemos el problema de la violencia, pero combatir la violencia con fuerzas militares es de antemano sabido que será un total y completo fracaso y un gran peligro para la sociedad civil.
Desgraciadamente no solo se trata de un plan de López Obrador, sino tambien en varias partes del mundo, en las naciones más atrasadas, se advierte esa tendencia inevitable de la decadencia, la tendencia a poner en manos ajenas el destino propio, en manos del primer ambicioso que quiere tomarlo a su cargo. Hoy en día vemos a qué extremo de degradación llegan los pueblos que aceptan las dictaduras supuestamente para el beneficio de la sociedad civil.
Quizás nunca ha habido un poder más absoluto y ostentoso que el poder del imperio romano, poder al 100% militar, que no tenía otro criterio más que el de la fuerza. Pero tengamos presente que siempre son las repúblicas las que acaban venciendo a los imperios. Esto ha venido sucediendo desde que Grecia venció a los persas. Los dos pueblos que no conocen la derrota, Estados Unidos e Inglaterra, son pueblos que nunca han tenido un César y no saben ni conocen lo que es tener un caudillo.
José Vasconcelos escribe que la necesidad de sostener un fuerte ejército para resguardar la paz exterior e interior trae consigo a que el Estado y los feudos militares abarquen cada vez mayores extensiones y que la población no tenga otra alternativa que acabar por cambiar de amo. Igualmente, León Tolstoi escribe que el uso de la fuerza militar es como el caballo ciego, que se mueve en un círculo alrededor del molino creyendo que va avanzando. Que los extremistas son aquellas personas que consideran usar la fuerza bruta, pero al mismo tiempo hablan de obedecer la ley. En 1908 León Tolstoi escribió a Mahatma Gandhi que no tiene sentido el uso de la fuerza bruta y al mismo tiempo pedir el obedecer leyes. Tolstoi explicaba que no culpaba a toda autoridad extremista ya que no les quedaba decir otra cosa. Gandhi tomó las enseñanzas de Tolstoi y las usó como su lema para lograr la independencia de la Gran Bretaña. Gandhi explicaba que todos aquellos que usaren la fuerza bruta para obtener la independencia de los ingleses y tuvieren éxito serían los que gobernarían a la India y serían quienes obligarían al pueblo hindú a obedecer sus nuevas leyes y que seguramente usarían los cañones que dejaron los ingleses en contra de todos aquellos hindús que no quisieran obedecer a sus nuevos mandatarios.
De nada servirá en México que se construya un aeropuerto, se organicen nuevos sistemas económicos, se construyan nuevas refinerías y se tienda un ferrocarril con 1,500 kilómetros pasando por Quintana Roo, Chiapas, Tabasco, Campeche y Yucatán, si las generaciones que vienen no toman ejemplo de las terribles lecciones en la historia universal del pasado con la ciega locura del fratricidio. Sigamos la vocación humanista de José Vasconcelos y exijamos la obligación de educar a las futuras generaciones en la veneración por la patria, por el orden y por la ley y así vivir el lema que él mismo creó para la Universidad Nacional Autónoma de México: "Por mi raza hablará el espíritu".
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