El Premio Nobel de Economía 2017 le fue entregado a Richard H. Thaler por su contribución a la economía de las decisiones. Una de las principales tesis de Thaler descansa en que no siempre las decisiones que tomamos obedecen a criterios racionales, y esto es porque la racionalidad es limitada y existe falta de autocontrol por lo que es necesario para tener una mejor gobernanza, afirma el premiado, llevar a cabo una serie de pequeños empujones (Nudge) que nos permita tomar una mejor decisión sin mermar la libertad de elección.
Extrapolar las ideas de Thaler a la arena electoral no es del todo descabellado, pues los servicios que ofrecía u ofrece la hoy tan cuestionada empresa Cambridge Analytica (CA), parte del mismo principio, esto es, sin perturbar o limitar la libertad de elección das, a través de “información” en redes sociales fundamentalmente pero no solamente en Facebook, un pequeño empujón para tomar una decisión, en este caso por quien votar.
La forma de operar de CA (según se desprende de lo conocido hasta ahora) no difiere mucho de la operación de cualquier otra empresa. Es decir, la minería de grandes datos le permite la microsegmentación para enviar el mensaje correcto a la audiencia precisa con el lenguaje adecuado en el momento oportuno a través del canal indicado para conseguir el efecto deseado. Esto es, a través de la obtención de miles y miles de cuentas de Facebook elabora, de acuerdo a los “likes” que dan los usuarios a los contenidos y a lo publicado y compartido por los mismos usuarios, perfiles psicográficos para crear redes sociodigitales. En otras palabras, al tener acceso de gustos, miedos, aspiraciones, tendencias y un muy largo etcétera, utilizan información parcial (posverdad) o falsa (fake news) para inducir conductas.
Para que lo anterior tenga éxito, no basta con crear sitios (Breibart News podría ser un ejemplo) que mezclando verdades con mentiras para que su “información” sea verosímil, engañen, confundan, distorsionen e incrementen la desconfianza en los medios tradicionales. No es suficiente disponer de miles de cuentas en Twitter (trolls), desde las que ponen a circular millones de tuits que a su vez generan miles de lecturas y retuits por medio de bots, sino que se precisa de una audiencia propensa a recibir “información” sin cuestionarla y que dicha “información” confirme sus prejuicios, preferencias, convicciones e ideas preconcebidas para que la compartan (viralizar) de manera inmediata.
Algunos estudios apuntan a que 1 de cada 5 electores, son propensos a creer y compartir noticias falsas. Esto es, que el 20% de los electores –particularmente los menores de 30 años-, son potenciales clientes de firmas tipo CA.
Lo anterior se reduce a que sin violentar la libertad de elección, por medio de interacciones (pequeños empujones) en medios y redes digitales se induce a una audiencia “funcionalmente analfabeta” a que vote por el candidato o partido que contrate los servicios de CA ¿Es esto ilegal? No lo sé de cierto, pero de lo que no tengo duda es que la investigación de Thaler, al igual que muchos otros premios nobel, sirve también para fines no tan bondadosos como lo es el mejorar la gobernanza.
Hace más de 500 años el florentino Nicolás Maquiavelo advertía que los hombres juzgan más por los ojos que por las manos, ya que a todos es dado ver pero palpar a pocos. Cada uno ve lo que pareces, afirma Maquiavelo, pero pocos palpan lo que eres. En el siglo XXI, en el que los ojos han sido sustituidos por pantallas de teléfonos inteligentes, tabletas y un sin número de aparatos más, la afirmación de Maquiavelo se ha materializado y vivimos sentados en la silla de Beuchet, cuyo respaldo, asiento y patas, están formadas por noticias falsas, posverdad y hechos alternativos que sin limitar nuestra libertad de elección, guían nuestras decisiones.
La serpiente, absorta en sus redes sociales, musita: “No hay almuerzo gratis”.