¿Puede un candidato o partido cambiar al igual que las empresas sus productos y servicios en función de la demanda de sus clientes? O ¿Debe de tratar de convencer a la ciudadanía de que sus principios y oferta política es la que da mejor respuesta y atención a sus exigencias y demandas? Es a partir de esta pregunta que vale la pena volver a ver la película Game Change.
Basada en el libro Game Change: Obama an the Clintons, MacCain and Palin, en el año 2012 se exhibió Game Change que se ocupa de las elecciones presidenciales estadunidenses de 2008 particularmente de Sarah Palin, los entresijos de su elección y la relación con los consultores de campañas electorales. Dicho film, cobra singular relevancia por lo que está sucediendo en nuestro país en cuando menos en dos vertientes: la implantación del “modelo estadunidense” y el papel de consultores y asesores.
El modelo estadunidense puede ser entendido como la búsqueda de la política del espectáculo caracterizada por la presencia de los candidatos (personalización) en los medios y el uso de técnicas cada vez más semejantes a las del marketing comercial. El éxito o fracaso electoral depende de la imagen pública de sus líderes y candidatos. En función de ello, los programas de gobierno ceden su lugar a lo anecdótico, lo emotivo, lo escandaloso, apostando a que una serie de narrativas/historias que enfatizan la dimensión humana por medio de sucesos conmovedores y movilizan emociones (storytelling), le son mostradas y potencializadas (video/política) al elector, para que éste tome su decisión en función de variables emocionales y no por la trayectoria, argumentos y partido de los líderes.
Es un error cada vez más común, la adopción del modelo americano sin tomar en cuenta las particularidades y características de cada país, así como la contratación de expertos y profesionales en cuestiones electorales que enfatizan la importancia y eficacia del modelo estadunidense dejando al margen la experiencia política del partido, militantes y candidatos.
El candidato es el mensaje y debe de haber coherencia y consistencia entre imagen, temas y mensaje y lo más importante: ser ellos mismos y no tratar de ser alguien que no son por recomendaciones de consultores y asesores.
¿Puede construirse el candidato perfecto? Probablemente sí, pero de ser el caso se necesitan tres elementos: tiempo, dinero y, lo más importante, un buen producto base. Game Change nos muestra grandes lecciones que no podemos ni debemos perder de vista en el desarrollo de cualquier campaña electoral. Primero, la aceptación de acatar casi todas las recomendaciones y sugerencias de asesores y consultores, dejando al margen el talento, experiencia y pericia de los propios candidatos no siempre es adecuada ni la mejor y puede conducir al fracaso. Segundo, el storytelling es una herramienta eficaz, novedosa, fuerte y muy útil, pero es solo una herramienta más y no necesariamente la más importante y, tercero, la confusión de los asesores y consultores entre notoriedad, estética y eficacia política, así como la subestimación que hacen del electorado y de los adversarios, queda manifiesta.
Es en la calle donde están los votos y ahí es donde se ganan. No hay comunicación más poderosa que la personal y la serpiente, considera, que es la hora del militante.