En los últimos días del pasado mes de enero, se filtran a diferentes medios una parte (perfectamente seleccionada) de la conversación que sostuvieron los presidentes Trump y Peña Nieto. La filtración, provocó el efecto que buscaba: linchamiento mediático y social, al exhibir un trato despótico hacia nuestro país.
Seis meses después y a partir de la publicación hecha por el Washington Post de la transcripción de la conversación, la percepción es distinta. Si el éxito de una negociación se juzga a partir de los objetivos alcanzados, me parece que nuestras autoridades salieron airosas pues consiguieron un par de objetivos relevantes, no así para los Estados Unidos. Este simple hecho, pudo haber sido el origen de la primera filtración, tratar de hacer ver al derrotado como ganador al asestar el primer golpe.
Por siglos se consideró que un buen negociador estaba más cerca del artista que del artesano. Es decir, se pensaba que se tratada más de un arte que de un oficio. Fue posterior a las conferencias de Yalta, Potsdam y la crisis de los misiles, que los occidentales se dan a la tarea de conocer las razones por las que los soviéticos, que no eran en lo absoluto artistas, los derrotaban en las negociaciones y fue tanto su empeño, que para los años 70 la Universidad de Harvard y específicamente la Kennedy Schooll of Goverment ya contaba con robustas teorías y estrategias de negociación.
La transcripción de la conversación muestra dos escuelas distintas de negociación; la manera occidental que pretende alcanzar acuerdos en las que todos salgan beneficiados a través de estrategias cooperativas, posiciones comunes, una comunicación amigable y compromisos que atiendan a los intereses de las partes para establecer fórmulas ganara/ganar y la escuela Soviética que establece, entre otras cosas, que cualquier concesión es signo de debilidad, que la amenaza es parte importante de cualquier arreglo para menguar al adversario y que las buenas intenciones no hacen más que inyectar ínfulas a la contraparte.
Los ministros que fueron el terror de las democracias occidentales por parte de la Unión Soviética eran Viacheslav Molotov (creador de la famosa bomba que lleva por nombre su apellido) y Andrei Gromyko ministro de relaciones exteriores de la ex Unión Soviética por casi 30 años. Las enseñanzas de la escuela de negociación soviética -que hasta le fecha sigue el camarada Vladimir Putin-, lo han llevado a que revistas especializadas lo ubiquen como el hombre más poderoso del mundo.
Es probable que los rusos hayan pretendido enseñarle a Trump algunas cuestiones más allá de las hermosas prostitutas de las que presume Putin, y es más probable todavía, que Trump estuviera distraído con twitter y no prestó atención a las lecciones.
La pregunta que se presenta a todo negociador es: ¿Debo ser honesto, creativo y cooperativo, o duro, astuto, amenazante y mentiroso? Las posturas que adoptó cada uno de los presidentes y los resultados alcanzados por ellos han quedado de manifiesto. Para muchos puede ser difícil de aceptar, pero el haber fijado que no pagaremos por el muro, que se entablaran reuniones y se fijen equipos y la agenda a tratar, no son asuntos menores. Sin embargo, no es más que el primer round de la verdadera pelea que inicia con la renegociación del TLCAN y que, para nuestra mala fortuna, no será encabezada por el aprendiz soviético del camarada Donald.
La negociación está por iniciar, y la lengua de la serpiente se bifurca.