Uróboros
Quizá el daño colateral más significativo que dejan los resultados del pasado proceso electoral, es la imposibilidad de llevar a cabo un periodo extraordinario en el Congreso con el que se pretendía resolver, medianamente y desde el ámbito legislativo, tres de los lacerantes problemas que enfrenta el país: la deficiente administración de la justicia (Fiscal General), la inseguridad (Ley de Seguridad Interior) y la Corrupción (Fiscal Anticorrupción).
El problema para la realización de dicho periodo extraordinario radica en que no se cuenta con los dictámenes de las comisiones, razón por la que a riesgo de violentar la normatividad legislativa, el periodo no puede ser convocado aunque el PRI y sus aliados (Panal, Pes y Verde) cuenten con los suficientes votos en la permanente para convocar. Lo que nos coloca en una situación de teoría de juegos y escenarios de negociación.
Todos los juegos son situaciones sobre el conflicto y cooperación, en las que los jugadores (actores políticos) tienen que tomar decisiones y asumir riesgos. El resultado del juego –ganar, perder o empatar-, es resultado de la conjugación de las decisiones de los actores, es decir de sus estrategias, aunado a las reglas del juego.
El PRI es consciente de que con los dictámenes aprobados, cuenta con el suficiente número de votos en la Cámara de Diputados para modificar y aprobar el dictamen que mejor les acomode, y que bastará con persuadir a tres de los cinco Senadores que no tiene partido para realizar la misma maniobra en el Senado. Por su parte, la oposición sabe que su fuerza en las comisiones puede impedir la elaboración y presentación de cualquier dictamen. Lo que nos sitúa en una situación de equilibrio que claramente nos conduce a soluciones subóptimas, esto es, a soluciones que nadie quiere.
De lo anterior, se deriva que los actores han decidido no cooperar y ubicarse en un juego probabilístico de conflicto que a nadie beneficia. Sin embargo, y a pesar de que ningún actor es lo suficientemente fuerte para imponer su alternativa y que es claro que actuar en conjunto es mejor que mantener el status quo, los actores se han afianzado al viejo adagio de “lo mío es mío, lo tuyo negociable” y asumir los riesgos que esto conlleva para el país.
Lo que está en juego en este momento es, nada más y nada menos, que la respuesta legislativa a tres de nuestros más grandes problemas que no obstante su importancia, su implementación se encuentra detenida porque las preferencias temporales de los partidos se centran en la defensa de los resultados electorales de Coahuila y el Estado de México.
Se avecinan tiempos difíciles, y la serpiente ha comenzado a devorar su propia cola.
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