Aunque hoy el Metro y los camiones urbanos dominan la movilidad de la ciudad, en el pasado los regiomontanos se transportaban en un sistema muy diferente: el tranvía.
Este medio colectivo inició en 1883, cuando los vagones eran jalados por mulas, en lo que se conoció como el “tranvía de mulitas”.
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Autorizado oficialmente el 25 de febrero de 1882, el tranvía de tracción animal comenzó a operar en 1883 y se convirtió en uno de los primeros sistemas de transporte público en la capital de Nuevo León.
Las rutas recorrían zonas clave como la Plaza Zaragoza, San Bernabé, el Obispado y Topo Chico, pasando por calles como Zuazua y Juárez. Por cada tres kilómetros recorridos, el boleto costaba seis centavos.
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En aquel entonces, el sistema utilizaba lo que se denominaba “tracción sangre”, ya que animales como burros y mulas eran los encargados de arrastrar los vagones por la ciudad.
Este método hoy sería considerado un delito de maltrato animal, pero en aquella época era lo más avanzado.
Con el paso del tiempo, Monterrey dio el salto a la modernidad: el 25 de julio de 1907 se registró el primer viaje de un tranvía eléctrico, que iniciaba su recorrido en la Plaza Zaragoza y terminaba en el Topo Chico
Para 1908, todas las líneas ya habían sido electrificadas y el costo del viaje descendió a cinco centavos por boleto.
Este sistema funcionó durante varias décadas hasta que, el 30 de marzo de 1932, el tranvía eléctrico dejó de operar para dar paso a los automóviles y camiones urbanos, que poco a poco se apoderaron de las calles de Monterrey.
