El Día de Muertos es una de las tradiciones más importantes de México. Aunque en Nuevo León su celebración está menos arraigada que en otras partes del centro y sur del país, existe un municipio que destaca por su festejo: Santiago.
Este Pueblo Mágico ubicado al sur de Nuevo León ha sabido integrar sus costumbres y la esencia del Día de Muertos, creando un ambiente lleno de color, rituales y recuerdos.
Panteón Municipal de Santo Domingo
En la mañana del 2 de noviembre, un aire de reverencia envuelve el Panteón Municipal de Santo Domingo. Las tumbas amanecen adornadas con arcos de cempasúchil, flores blancas, que simbolizan la pureza, o moradas que reflejan el luto.
Mega ofrenda
En el centro de Santiago, la celebración se intensifica con el Altar de los Nuestros, una mega ofrenda que se despliega en las escaleras de la Parroquia de Santiago Apóstol. Cadenas de papel picado fluyen con el viento, llenando la Plaza Central de color y movimiento. Cada escalón es un homenaje en sí mismo, adornado con refinadas catrinas de papel maché, flores, sirios y monumentales calaveras que, en su esplendor, relatan historias de vida y muerte.
La callejoneada
La festividad culmina en una mágica callejoneada, donde personajes entrañables como la llorona, la catrina, el diablito y la monja siniestra caminan por las calles empedradas, rodeados de risas y murmullos. La música folclórica envuelve el ambiente, creando una atmósfera festiva que transforma la añoranza en celebración, uniendo a vivos y muertos en un baile eterno.
Así, el Día de Muertos en Santiago se convierte en un profundo acto de amor y conexión, donde cada flor, cada vela y cada recuerdo cuentan la historia de una comunidad que, con nostalgia y alegría, celebra la vida y honra a sus seres queridos.