Como parte de la primera generación de grandes capos del narcotráfico, Rafael Caro Quintero tiene un origen muy similar al de todos sus contemporáneos.
El llamado ‘Narco de Narcos’ nació en 1952 en Badiraguato, Sinaloa, en la empobrecida Sierra Madre Occidental, donde a mediados del siglo pasado sólo había tres caminos para huir de la pobreza: migrar a Estados Unidos, sembrar para sobrevivir y convertirse en traficante de drogas.
Pero, siempre devolviendo a la comunidad parte de las ganancias para no ser tildado de criminal, sino de supuesto benefactor, bajo ese contexto creció Rafael Caro Quintero.
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¿Cuáles son los orígenes de Caro Quintero?
Hijo de Emilio Caro y Hermelinda Quintero, un ganadero de poca suerte y una ama de casa, respectivamente. La familia Caro Quintero criaba vacas flacas y becerros hambrientos en tierras regaladas en el ejido La Noria, donde costaba que creciera hasta el maíz por la dureza de la tierra.
Caro Quintero tuvo una infancia pesada. A los 12 años abandonó la escuela para darle de comer a sus nueve hermanos ante una repentina enfermedad de su padre, quien falleció cuando el protagonista de este episodio tenía apenas 13 años.
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Tres años más tarde, a los 16, decidió abandonar Badiraguato para probar suerte en Caborca, ahí trabajó como ganadero, aunque otra versión ronda en aquel municipio.
Los pobladores del lugar aseguran que su tío, Lamberto Quintero Payán, hermano de su madre y quien ya era un capo importante de las drogas en Sinaloa, lo mandó a Caborca a probarlo como traficante.
El adolescente resultó hábil para el negocio y a los 18 años ya había aprendido a manejar camiones cargados con marihuana y amapola propiedad de Pedro Avilés, “El León de la Sierra”.
Llega el ‘Príncipe’ al Cartel de Guadalajara
Dentro de la organización criminal del “León de la Sierra”, Caro Quintero hizo una alianza poderosa con dos socios: Miguel Ángel Félix Gallardo y Ernesto Fonseca Carrillo.
Cuando Pedro Avilés fue asesinado en condiciones extrañas, este trío subió al poder y fundaron el Cártel de Guadalajara innovando con una mirada internacional.
Fueron los primeros en hacer tratos con mafiosos centroamericanos que les tendieron puentes hacia cárteles sudamericanos, especialmente el de Pablo Escobar, quien les hacía llegar en avionetas cargamentos de droga para que los mexicanos nunca dejaran sin abastecer a los consumidores estadounidenses.
Rápidamente, con ayuda de la estructura criminal del Pacífico que surtía al mercado de drogas de los gringos, se transformó en un acaudalado capo que le gustaba vestir camisas de seda, los automóviles de lujo, la joyería vistosa y codearse con políticos locales a quienes compraba con la facilidad de quien adquiere un electrodoméstico.
Tan rico era que a Caro Quintero en un principio le apodaban “El Príncipe”.
Muerte de ‘Kiki Camarena’ disuelve el cartel
El asesinato el oficial de la DEA dividió al Cártel de Guadalajara. Félix Gallardo se creía intocable, se quedó en México y fue arrestado.
Pero Caro Quintero no quería quedarse en México a ver cómo le iba a ir. Estaba nervioso. Así que 40 días después de la muerte del “Kiki” Camarena, el “Narco de Narcos” sintió que todo se iba a complicar.
Acudió con una discreta escolta al Aeropuerto Internacional de Guadalajara y el 17 de marzo de 1985 tomó un avión hacia Costa Rica. Creía que en los verdores del país centroamericano podría esconderse hasta que todo se calmara, pero se equivocó.
Llega el amor al ‘Narco de Narcos’
Al mismo tiempo que el Cártel de Guadalajara se preguntaba por la ubicación exacta de Caro Quintero, otra familia poderosa quería resolver el misterio de la localización de una mujer de la alta sociedad. Nadie sabía dónde estaba Sara Cristina Cosío Vidaurri Martínez, hija del exsecretario de Educación del Estado de Jalisco César Cosío y sobrina del futuro gobernador del mismo estado, Guillermo Cosío.
Sara Cristina era una socalité de Jalisco. Adinerada, distinguida, guapa, joven, conoció a Caro Quintero a principios de los 80 en un restaurante concurrido por políticos y celebridades. El Lido. Y ahí, después de tres o cuatro citas, ambos iniciaron un romance inesperado e intempestivo, según cuenta el periodista Jesús Esquivel en su libro “LA CIA, Camara y Caro Quintero”.
El noviazgo entre ambos era un secreto voces en la alta sociedad de Jalisco, así que la DEA intervino los teléfonos de la familia Cosío esperando una prueba que los llevara a Caro Quintero. Y les funcionó.
En un llamada privada escucharon a Sara Cristina intentando convencer a un familiar de que ya no la buscaran más, que la dejaran en paz. Les dijo que no estaba secuestrada, sino que había huido con Caro Quintero porque lo amaba.
Aquello fue suficiente para dar con los dos. La llamada los ubicó el 18 de septiembre de 1985 en una quinta en Alajuela, Costa Rica, y hasta allá llegaron los agentes para detener a Caro Quintero. Cuando arribaron, Sara Cristina estaba semidesnuda y embarazada. La narcopolítica de Jalisco rendía frutos en el cuerpo de la joven.
Caro Quintero fue extraditado de inmediato a México. Y a los pocos días ocurrió uno de los momentos más extraños en los medios de comunicación en México: se le permitió hablar con varios periodistas que le cuestionaron su origen, su carrera criminal y su relación con Estados Unidos.
Él, riendo, relajado, vestido ya como preso, mintió sin parpadear: dijo no ser delincuente, no haber disparado a nadie, no tener pendientes con la justicia, no tener nexos políticos y sí sentir una debilidad especial por las mujeres y el oro. Al final de la entrevista dijo que esperaba ser amigo de todos al salir de la cárcel, convencido de que su poder lo liberaría. No sabía que pasarían muchos años antes de poder pisar la calle.
Debido a la presión de Estados Unidos, Caro Quintero no iba a ser excarcelado pronto. Cuando lo entendió, ofreció su fortuna personal para comprar su libertad.
El mito cuenta que, a través de varios amigos, hizo una propuesta indecorosa al presidente Miguel de la Madrid que luchaba contra la devaluación del peso: pagar toda la deuda externa en México a cambio de salir de prisión y que se le borraran todos los procesos judiciales en contra.
Evidentemente, la propuesta fue rechazada. México entró a una de las crisis financieras más serias en la historia y Caro Quintero pasó de vivir en prisiones de mediana seguridad donde le dejaban hacer fiestas suntuosas a cárceles de máxima seguridad con serias restricciones y condiciones durísimas.
Muchos años años después de su arresto, Caro Quintero supo las consecuencias de encabezar el Cártel de Guadalajara: en 2009, un juez federal le dictó, por fin, una sentencia de 40 años de cárcel por el secuestro y homicidio del “Kiki” Camarena. En los hechos, se trataba de una cadena perpetua.
Actualmente, Caro Quintero pasa sus días en la prisión de máxima seguridad del Altiplano, Estado de México. Hasta ahora, ha logrado que sus abogados frenen su extradición hacia Estados Unidos. Ha puesto amparo tras amparo, viviendo con el miedo de que un día se le acabe la suerte y tenga que vivir, a sus 70 años, la dureza de una prisión del otro lado del Río Bravo.
Rafael Caro Quintero, ‘El Narco de Narcos’, “El Príncipe”, el millonario, el extravagante, el aficionado al oro y las mujeres, sólo suplica por una cosa: morir en México lo antes posible.