Bajo una luna azul, los pueblos mayas de los Altos de Chiapas, celebran estos días la fiesta del alma (k´in ch´ulelal, en tzotzil), su particular Día de Muertos, dos días de convivencia espiritual con las almas de sus ancestros.
Es una tradición milenaria en donde los habitantes de la región ofrendan velas, comida, posh (bebida sagrada), incienso, flores y juncia a los seres queridos que ya no están, en agradecimiento por los bienes que les fueron heredados a sus descendientes, explica este lunes a Efe Manuel Anastasio Pérez Hernández, indígena tzotzil y autoridad municipal.
"Seguimos con nuestros usos y costumbres, nuestras tradiciones, viviéndolas sin importar si llueve, truena o relampaguea. Debemos estar en el panteón", dice Manuel con convicción.
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Ataviados en sus trajes ceremoniales, los mayordomos y sacristanes llegan puntuales al cementerio y realizan rezos prolongados al pie de las tumbas invocando y dando la bienvenida a las almas de los difuntos.
"Desde la 7 de la mañana. A esa hora llegan los mayordomos, ellos se acompañan por sacristanes quienes se encargan de llamar a las almas para que vengan al mundo de los vivos los familiares. Y al otro día nuevamente pasan de tumba en tumba para regresar las almas y que estas no queden penando en el pueblo, en la montaña, y regresen donde deben de estar" expresa Manuel.
Los pueblos mayas han mantenido vivo el conocimiento de sus ancestros. De generación en generación transmiten la experiencia de estar en contacto con sus antepasados, razón por la que en esta fecha muchos indígenas que migran hacia otros estados de México e incluso otros países vuelven a su tierra natal para el reencuentro de las almas.
“Para nosotros es importante porque es una unión familiar, no importa donde estén, no importa donde trabajen, tienen que venir a convivir en el panteón esos dos días, y también en la casa”, subraya el hombre.
Festejos pese a la pandemia
Pese a la contingencia sanitaria actual, los preparativos no se detuvieron, aunque fueron afectados por la pandemia de covid-19, que ha dejado más de 920 mil contagios y casi 92 mil muertos en el país.
Así, las actividades de limpieza y saneamiento de los panteones comenzaron hace más de una semana.
El sábado pasado, los pobladores llegaron con cientos de flores a los panteones a decorar las tumbas. Mientras que para este 1 y 2 de noviembre, se colocan sobre las tumbas una alfombra de juncia, y sobre ella depositan los alimentos que consumen en la región: tamal, atole, elote hervido, pan y posh, que es un aguardiente tradicional y una bebida ceremonial de los pueblos mayas.
De igual forma en cada domicilio las familias colocan un altar con flores, velas en la espera del reencuentro espiritual de sus antepasados.
Paola Petrona Hernández Hernández, artesana de Zinacantán, recuerda los consejos de sus padres: "Siempre me han dicho mis papás que en estas fechas vienen a visitar a los familiares porque las almas se acuerdan dónde vivían, quién es su familia".
El menú que se les ofrece es muy sencillo: "Se les pone una silla, una mesa, para que consuman lo que hay en la mesa. La comida tiene que estar mañana y pasado. Es caldo de res, de pollo de rancho y refresco”.
A pesar de que la pandemia continúa, el pueblo tzotzil se aferra a sus costumbres y tradiciones porque “no quieren perder la tradición”.
“Nosotros nos curamos con curanderos (médicos tradicionales) esa enfermedad”, asegura Paola.
Este año los rezos fueron elevados para pedir que la enfermedad que está sacudiendo a la humanidad no extermine a su pueblo. Además, también piden por las buenas cosechas de flor y para que se reactive la economía del pueblo mexicano.