Javier Vázquez Blanquel, habitante de San Martín Coapaxtongo, en esta entidad, quedó discapacitado años atrás debido a un accidente de trabajo, por lo que fincó su futuro económico en una tienda de abarrotes que se derrumbó durante el sismo del pasado 19 de septiembre.
Apoyado en sus muletas y frente a lo que fue una vez su negocio, que acondicionó en un cuarto dentro de su casa, en la calle Benito Juárez de dicho pueblo, Javier relató que el temblor se pudo llevar lo material, pero no la vida de sus familiares y sus ganas de salir adelante.
En charla con Notimex, este hombre describió como una película de terror lo que vivió durante el sismo de 7.1 grados que afectó a gran parte del pueblo, pues al interior de su vivienda de adobe se encontraban con él dos de sus hijos, quienes afortunadamente lograron salir antes del colapso.
Javier y su esposa estaban en la parte trasera de la casa, que no ha sido demolida en su totalidad, “vi como tras de nosotros caían el techo, las paredes, todo se venía abajo conforme avanzábamos hacia la salida”.
Narra que por fortuna su padre, una persona de la tercera edad, no estaba en el interior, pues tomaba el Sol en su silla de ruedas, por lo que logró salvarse de los embates de la naturaleza.
“Luego del sismo, vino el ayuntamiento, me ayudaron a derrumbar lo que quedó de la tienda en la planta baja y casi toda la parte superior de la casa”, comentó Javier Vázquez.
Los escombros de la casa de adobe quedaron en el paso de la calle que marcan el inicio de una área marcada por los desastres naturales de los últimos días, pues él no es el único en esta situación; en calles aleñadas, todas sin pavimentar, se encuentran montañas de lodo por doquier.
A pesar de haber perdido su hogar, Javier dijo que esperaría de manera paciente la ayuda de las autoridades, pues aseguró que hay personas más afectadas que él.
De momento improvisó una vivienda hecha de lonas al lado de una pared casi inservible que quedó en pie dentro de su pequeño terreno, allí resguarda algunas de sus pertenencias y las cuida celosamente para que nadie se las lleva, por esa razón renunció a la opción de ir a un albergue.
“Si mi discapacidad no fue impedimento para sacar adelante a mi familia, el sismo tampoco será motivo para sepultar mi voluntad y mis ganas de seguir adelante”, concluyó.