La peor inundación que sufrió la CDMX en el siglo XX ocurrió la mañana del lunes 16 de julio de 1951, cuando gran parte de la capital amaneció bajo el agua.
Durante tres meses, zonas enteras permanecieron anegadas, lo que obligó a la población a transportarse en balsas de hule, lanchas de madera e incluso a través de improvisados puentes peatonales de madera.
Foto: Gobierno de México
Un desastre histórico
De acuerdo con el Centro Nacional de Prevención de Desastres (Cenapred), la acumulación de agua alcanzó hasta dos metros de profundidad en las zonas más bajas. Dos terceras partes de la ciudad quedaron cubiertas y la imagen urbana se transformó en una postal lacustre que recordó a muchos el antiguo Lago de Texcoco.
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El escritor y divulgador cultural Enrique Ortiz, conocido como Tlatoani_Cuauhtemoc, relató que ríos como el Consulado, Magdalena, San Joaquín y Churubusco se desbordaron, inundando colonias enteras y dejando atrapadas a miles de familias. Zonas como Tepito, Santa María la Ribera, Roma, Nonoalco, La Lagunilla, La Merced, Doctores y Obrera quedaron sumergidas.
Consecuencias y respuesta de las autoridades
El desastre dejó al menos cinco muertos y afectó a unas 30 mil personas. Para hacer frente a la emergencia, el 19 de julio de 1951 se creó la Comisión Hidrológica de la Cuenca del Valle de México, que implementó medidas como el entubamiento del río Churubusco, la construcción de plantas de bombeo, el aumento de la capacidad del Gran Canal y la edificación del segundo túnel de Tequixquiac, concluido en 1954.
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Aun con estas obras, el Cenapred advierte que la ciudad sigue siendo vulnerable a inundaciones debido a factores como la expansión urbana sin planeación, el deterioro de la infraestructura y la acumulación de basura en el drenaje.
Foto: Gobierno de México
Lecciones que siguen vigentes
La gran inundación de 1951 transformó la infraestructura hidráulica de la capital y dejó enseñanzas sobre la prevención de desastres. Autoridades y expertos insisten en la necesidad de mantener coladeras limpias, evitar cruzar zonas inundadas y contar con una mochila de emergencia ante eventos extremos que, como la historia demuestra, pueden repetirse.
