El Viacrucis en Iztapalapa, con más de 180 años de historia, es mucho más que un evento religioso: es una manifestación de fe, cultura y resistencia comunitaria que ha perdurado generación tras generación, pero, ¿cómo surge? ¿Cuál es su origen?
¿Cómo surge el Viacrucis en Iztapalapa?
Como cada Semana Santa, miles de personas se congregan en la alcaldía Iztapalapa, en la Ciudad de México, para presenciar una de las representaciones más emblemáticas de la Pasión de Cristo: el Viacrucis en Iztapalapa.
Según registros del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), el origen de esta tradición se remonta a 1834, cuando una epidemia de cólera morbus azotó a la población de la región. Ante ello, los vecinos de Iztapalapa hicieron una promesa al “Señor de la Cuevita”: si los libraba de la enfermedad, realizarían una procesión religiosa cada año en su honor.
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La epidemia terminó, y la comunidad cumplió su promesa. Fue en 1844, diez años después del juramento, cuando los ocho barrios originarios de la zona (San Lucas, San Pedro, San Miguel, San Pablo, San Ignacio, San José, La Asunción y Santa Bárbara) comenzaron a organizar lo que hoy se conoce como la representación del Viacrucis.
A lo largo del tiempo, esta celebración ha evolucionado. Aunque inicialmente era una sencilla procesión, con los años se transformó en una dramatización completa de la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesucristo. Muchos de los diálogos que se presentan en la representación actual provienen de la novela “El mártir del Gólgota”, escrita por Enrique Pérez Escrich en 1866.
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Además de su carga espiritual, el Viacrucis en Iztapalapa se ha convertido en un referente cultural y turístico que atrae a millones de personas, tanto locales como internacionales. La participación de los vecinos, quienes ensayan durante meses para dar vida a cada personaje, es una muestra del profundo arraigo que esta tradición tiene en la comunidad.
Reconocimiento como Patrimonio Cultural
Fue en 2023 cunado el INAH reconoció oficialmente al Viacrucis de Iztapalapa como Patrimonio Cultural Inmaterial de México, un hito que consolida su importancia dentro del acervo cultural del país. Este reconocimiento no solo valida la trascendencia del Viacrucis, sino que también garantiza su preservación para las futuras generaciones.