El 19 de septiembre es un día activo para la gran mayoría de los habitantes de la Ciudad de México. En memoria del sismo de 1985, forman parte de un mega simulacro que les permite saber qué hacer en caso de presentarse un acontecimiento como éste.
No había manera de imaginarse que, exactamente 32 años después, un terremoto de magnitud 7.1 sacudiría a la metrópoli a las 13 horas con 14 minutos, dejando a cientos de familias sin hogar y en algunos casos, sufriendo la pérdida de seres queridos. De no haber sido por la pronta respuesta de los cuerpos de rescate que regresaban de realizar el mega simulacro, quizá las pérdidas humanas, en este momento, serían incalculables.
David Chávez Huitrón, comandante operativo de la agrupación Rescate Topos 19 de Septiembre, acudió a diferentes puntos siniestrados a prestar ayuda. Un compañero del Escuadrón de Rescate y Urgencias Médicas (ERUM) lo dirigió hasta Álvaro Obregón 286, colonia Hipódromo Condesa.
Para cuando llegó, los civiles ya habían sacado a gente viva de un edificio partido en dos. Se unió a una agrupación de rescate, a albañiles y al grupo del Programa de Manejadores de Perros de Búsqueda y Rescate (PMPBR) de la UNAM, para continuar con la labor.
Chávez Huitrón comentó que en algún momento sugirió hacer turnos para descansar, pero los albañiles pidieron continuar: “somos pueblo -dijeron- nosotros podemos aguantar aquí más de 12 horas paleando, quién más que nosotros que sabemos cómo romper una estructura y cómo palear”.
Las fuerzas se agotaban, pero no el respeto a la vida. Un pequeño tragaluz los condujo a una parte del edificio donde localizaron artículos de oficina, detrás de estos, sorprendentemente hallaron a nueve personas con vida, que evacuaron de forma inmediata.
En un momento de descanso, David tuvo la oportunidad de hacerse de más datos sobre el edificio y la cantidad de personas que pudieron haber estado en el momento del siniestro. Conoció a un hombre que les mostró el plano de la construcción, así como a la persona responsable de una empresa de contabilidad que se alojaba en el inmueble. Ese día, esta compañía tuvo un evento en el que participaron alrededor de 60 personas.
Con el plano en mano se pudieron dar cuenta que el edificio era de seis pisos, tenía un cubo de luz en un extremo y las escaleras del otro. Cada cubo estaba cubierto por una estructura metálica y la parte superior tenía lámina acanalada. En el lado de atrás se encontraba la sala de conferencias donde se celebraba la reunión de contadores, una oficina y un baño. Ya sabían por dónde continuar.
Con la llegada de Protección Civil, los voluntarios fueron desalojados de la zona y se continuaron las labores de rescate. Nuevamente localizaron un medio para entrar al edifico. Los brigadistas que golpearon la parte superior de la estructura abrieron un espacio por donde detectaron a cuatro personas con quienes tuvieron comunicación. Reportaron lo ocurrido, eran las 11 de la noche; sin embargo, el cambio de turno les entorpeció la labor de rescate. Ya para entonces se habían recuperado a 23 personas. Así concluyó su primer día de participación en las labores de búsqueda y salvamento.
David, que también es egresado de la Facultad de Artes y Diseño (FAD), recuerda que tres semanas después del terremoto de 1985, cuando las autoridades descartaron la existencia de vida en el edificio Nuevo León, de Tlatelolco, y ordenaron el retiro de escombros con maquinaria pesada, en la parte trasera del edificio escucharon los gritos de una persona. Era un niño.
Esta experiencia no le permite concebir que actualmente un inmueble se deba derruir 72 horas después: “la agonía no tiene un tiempo determinado de vida. Eso no puede ser porque yo lo viví”, concluyó.