Programa de la UNAM para reordenar el Metro da resultados positivos

El proyecto MetRevolución inició en la estación Balderas, tras su resultados se extendió a las estaciones Salto del Agua y Juárez.

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La mañana del 4 de diciembre, quienes arribaron a la estación de metro Balderas encontraron un escenario muy diferente al usual: en vez de una masa caótica de gente esparcida por el andén, las personas esperaban en fila al convoy y cuando éste hacía alto, dejaban descender a los recién llegados antes de subirse al tren. Así arrancaba MetRevolución, proyecto desarrollado en la UNAM que a tres meses de su puesta en marcha arroja sus primeros resultados.

La iniciativa, consistente en colocar señalamientos en el piso, justo frente a los accesos de cada vagón, ha redituado en mejoras notables en cuanto a las dinámicas de los usuarios y fomentado la convivencia respetuosa entre compañeros de viaje, señaló Gustavo Carreón, del Posgrado en Ciencias e Ingeniería de la Computación.

“Tras comparar el antes y el después, vemos que MetRevolución ha mejorado de un 10 a un 15 por ciento el tiempo efectivo de ascenso y descenso, y de un 15 al 25 el de cierre de puertas, además de evitar fricciones y choques entre los pasajeros, algo que en el peor de los casos se traduce en accidentes”, agregó el líder del proyecto.

El éxito ha sido tal, que la propuesta ya se replicó en Salto del Agua y en Juárez, lo que aporta más elementos a los universitarios para calcular el impacto de adoptar esta estrategia en todas las estaciones de una misma línea, “lo que sería ideal, pues con ello aumentaríamos la cantidad de trenes en tránsito a lo largo de una ruta y, por ende, se potenciaría el número de individuos desplazados”, indicó Carreón.

“Nuestro objetivo es regular a la gente y mostrarle lo conveniente de mejorar ciertas prácticas, pues las conductas inapropiadas llegan a entorpecer el correr del metro. Sobre los retrasos por desperfectos mecánicos u otros imprevistos, ahí no podemos hacer nada”, acotó.

El lastre de los “pasajeros necios”

El Sistema de Transporte Colectivo Metro diario traslada a 5.5 millones de usuarios (el equivalente a la población de Finlandia) y en días de contingencia ambiental a casi nueve millones (más del total de los habitantes en Honduras) y pese a esta cantidad, sólo basta una persona empecinada en no respetar las mínimas normas de convivencia para lentificar el trayecto de miles.

“Todos hemos visto a aquel individuo que se mete a toda prisa antes de dejar salir, o que al ver un vagón lleno entra de espaldas y empuja hacia atrás hasta abrirse lugar, sin permitir el libre cierre de puertas. A este personaje le llamamos el pasajero necio”, dijo Carreón.

El también miembro del Instituto de Investigaciones Económicas explicó que aunque nos hemos habituado a estas escenas, sólo asimilamos su impacto tras considerar que las puertas deberían cerrar dos segundos después de sonar el timbre y este tipo de obstrucciones hacen que dicho proceso demore hasta un minuto.

“Cada convoy puede transportar hasta mil 710 sujetos (190 por vagón) y en los lapsos de mayor afluencia los trenes deberían pasar cada dos minutos a fin de movilizar a 51 mil individuos por hora; sin embargo, si un tren queda atascado en una estación por más de 60 segundos debido a estos pasajeros necios, fácilmente vemos cómo la tozudez de una sola persona es capaz de afectarnos a todos”.

A fin de desarrollar MetRevolución —con ayuda de su colega Jorge Zapotecatl y asesoría de los investigadores Carlos Gershenson y Luis Pineda (ambos del IIMAS)— Gustavo Carreón dedicó todo 2015 a registrar en video el comportamiento de las personas dentro de los vagones y a lo largo de los andenes.

“Juntamos más de 80 horas de grabaciones que analizamos cuadro por cuadro para ver a los usuarios subir, bajar y acomodarse dentro del tren o en las plataformas; así, vimos que se desplazan por flujos, es decir, que aprovechan el impulso de quienes van al frente para moverse y llegar a donde quieren”, explicó el universitario.

A partir de estos datos, Carreón y su equipo desarrollaron modelos computacionales con el objetivo de establecer por qué se daban fricciones y choques al abordar los trenes y establecieron que era porque las corrientes humanas se movían al unísono y en direcciones encontradas, por lo que determinaron que a fin de evitar colisiones lo mejor era establecer dos tiempos claramente separados y sucesivos: uno para ascender y otro para descender, pero ¿cómo hacerlo?

La gente responde a su ambiente

Tania Pérez es diseñadora industrial y fue la última en integrarse al equipo de MetRevolución, aunque con una encomienda nada simple, crear señalamientos lo suficientemente elocuentes como para que los usuarios intuitivamente sepan donde esperar al metro sin entorpecer la salida de quienes desalojan el tren.

Su propuesta fue estampar en la plataforma una serie de íconos e indicaciones que resultaron más efectivas de lo esperado, “pues delimitamos zonas donde los pasajeros debían concentrarse e integrar pequeños grupos, pero en vez de ello comenzaron a formar filas de forma espontánea. Eso fue una sorpresa”, apuntó la joven.

Esta dinámica ha propiciado un intercambio limpio entre quienes se apean del metro y quienes suben —sin colisiones y en apenas segundos— y sobre todo ha demostrado que al generar los ambientes correctos la gente está dispuesta a cooperar.

“Algo a destacar es que los usuarios que hoy se forman en espera de su turno son aquellos que en diciembre pasado se empujaban en los andenes; no los cambiamos, son los mismos. Lo que demostramos con esto es que, con una intervención sencilla, es factible guiar el comportamiento humano”, subrayó Carlos Gershenson.

Lo que vemos aquí es alentador porque revela que no es que en México seamos menos conscientes que en otros países, sino que reaccionamos según el entorno. Esto plantea una inmensa área de oportunidad, pues si generamos ambientes adecuados y reglas de interacción más respetuosas y consideradas hacia los demás funcionaremos mejor como ciudadanos, concluyó.