El 19 de septiembre de 1985 es una fecha que quedó grabada en la memoria de todos los mexicanos por la magnitud del sismo que sacudió al país. Eran las 7:17 de la mañana cuando un terremoto de 8.1 grados en la escala de Richter, con epicentro en la costa de Michoacán, comenzó a sentirse con fuerza en la Ciudad de México, dando paso al pánico y la devastación.
La duración del evento, de aproximadamente un minuto y medio, fue considerablemente larga para un sismo, lo que prolongó la desesperación de las personas y ocasionó daños severos en la capital del país.
Durante ese angustioso lapso de tiempo, que algunas estimaciones indican que fue más largo, llegando incluso a los tres minutos, los edificios se desplomaron, las fachadas se agrietaron y miles de personas quedaron atrapadas entre los escombros. En las calles, el polvo y los gritos de terror eran lo común, mientras los ciudadanos buscaban refugio o ayudaban a quienes podían.
Este 2025 se cumplen 40 años de aquella tragedia que en la actualidad se sigue rememorando, no solo con la finalidad de recordar el impacto que tuvo y honrar a quienes perdieron la vida, sino también para concientizar sobre la importancia de la prevención y los protocolos de seguridad ante desastres naturales.
A 40 años del sismo de 1985, estas son las imágenes más impactantes
La destrucción en las calles de la Ciudad de México fue tal que los edificios que aparentemente parecían sólidos se derrumbaron. Se estima que, en total, colapsaron 2,500 estructuras, total o parcialmente. Además, más de 10,000 construcciones sufrieron daños importantes, especialmente en el centro histórico, tal como lo muestran las imágenes:
El saldo de víctimas por el sismo del 19 de septiembre, según estimaciones oficiales y reportes, es de aproximadamente 10,000 personas fallecidas, aunque algunas fuentes señalan que la cifra podría alcanzar los 12,000. Por otra parte, más de 30,000 personas resultaron lesionadas de distinta gravedad.
Miles de familias perdieron su hogar y tuvieron que refugiarse en albergues temporales, mientras vecinos, voluntarios y brigadas de rescate trabajaban a marchas forzadas para ayudar a quienes habían quedado entre los escombros.
En este contexto desolador, también salió a relucir la solidaridad de la población, ya que un gran número de personas unió esfuerzos para salvar vidas y brindar ayuda a los damnificados. A medida que se asimilaba la magnitud de la tragedia, el espíritu colaborativo se reflejó en labores de limpieza y reconstrucción, resultando clave para la recuperación de la ciudad.