Vibra mi teléfono celular, porque no tiene sonido. No porque no sepa cómo ponérselo, sino porque más bien, no tolero el sonido de cada una de las notificaciones que llegan entre mensajes, noticias, correos, llamadas y cobros.
Esa vibración corresponde, efectivamente, a un mensaje de WhatsApp. Es una nota de voz, porque cómo es la vida de las comunicaciones: odiamos que nos llamen, pero podemos escuchar notas de voz que duran minutos.
Es raro porque el número de origen, no es uno que tenga dentro de mis contactos ni con quien tenga una conversación previa; pero aún así, decido escucharla.
Reconozco inmediatamente la voz, pero noto que es un mensaje extraño en sí mismo, con algunas pausas que esa persona no suele hacer cuando habla. Pero la voz, es inconfundible. No hay duda que corresponde a la persona que me lo envió.
Decido marcarle por teléfono, al número que tenía guardado previamente y no al remitente del mensaje. Para enorme sorpresa, esa persona me dice que nunca me mandó una nota de voz y que desconoce ese número.
¿Qué pasó?
El 8 de julio, el Washington Post reveló que el Secretario de Estado de los Estados Unidos, fue víctima de una suplantación de identidad.
El impostor, que hasta la fecha no se sabe quién es, clonó su voz y su estilo de escribir mensajes de texto, gracias a la inteligencia artificial.
Su objetivo era obtener información confidencial contactando a distintos funcionarios, incluyendo un gobernador y un integrante de la Cámara de Representantes.
Fue este el llamado a la acción que recibí para entender qué tan fácil es clonar la voz de alguien para distintos usos, tanto educativos como maliciosos al grado de vulnerar la seguridad nacional de un país.
La inteligencia artificial ha revolucionado en meses las comunicaciones, el internet y las redes sociales, por mencionar tan solo algunos espacios. Pero en particular, esa revolución en la comunicación es la más aterradora y a la vez, la más emocionante.
Porque claro, qué innovador poder clonar tu propia voz para facilitarte algunos trabajos, sobre todo si hablamos de un medio de comunicación hoy en día; por ejemplo, que necesiten una voz tuya para una nota o un video, pero no tengas cómo ni dónde grabar. El problema se resuelve con la clonación.
Pero en el otro extremo, está el caso de Marco Rubio.
¿Cómo lo hacen?
Para bien o para mal, hay decenas de plataformas de inteligencia artificial que facilitan la clonación de voces.
El usuario que desee clonar una voz, necesita un archivo de audio de duración variable, desde segundos hasta minutos, para entrenar a la IA con el fin de que simule no solo la voz, sino el tono y las intenciones.
En algunos casos, la plataforma te solicitará una verificación doble para asegurar que tú eres la persona que clonará su propia voz y no la de terceros; en otros, solo basta con palomear que tienes el permiso de clonar la voz de alguien más, aunque no necesariamente lo tengas. Pero ojo, esto, dependiendo el fin, podría catalogarse como un delito.
Y por supuesto, no se trata de una invitación a meterse en problemas, pero sí es una invitación a evitarlos y poner atención en todo nuestro entorno.
Porque ya no solo hay que cuidarse de la realidad, sino también de la ficción; porque esta, va tras nosotros.
