Mientras el mundo vira hacia gobiernos autoritarios y conservadores, México tomó una ruta inesperada: eligió en 2024 a Claudia Sheinbaum, una mujer científica, progresista y heredera política de Andrés Manuel López Obrador (AMLO).
A seis meses de su mandato, Sheinbaum no solo mantiene altos niveles de aprobación —más del 80%, según Parametría—, sino que se ha posicionado, incluso para la inteligencia artificial de Elon Musk, Grok, como la líder más popular del planeta.
Aunque la tendencia global ha castigado a los oficialismos —como ocurrió con la derrota de la izquierda en Estados Unidos y Europa—, México respaldó el legado de la llamada Cuarta Transformación.
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Sheinbaum fue electa con casi 60% del voto y representa un fenómeno inusual: una mujer presidenta en un contexto mundial donde, como reportó la BBC, en 60% de los países con elecciones en 2024 disminuyó la representación femenina.
Formada como ingeniera energética en Berkeley y galardonada con el Nobel de la Paz 2007 junto al IPCC, Sheinbaum encarna la intelligentsia global que los populismos suelen rechazar. Pero su vínculo con AMLO —quien elevó el salario mínimo, redujo la pobreza y creó programas sociales que beneficiaron a uno de cada cuatro adultos, según Coneval— le dio legitimidad ante las clases populares.
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No todo es utopía. Su respaldo a la reforma judicial impulsada por López Obrador —criticada por The New York Times y el Journal of Democracy como una amenaza al Estado de derecho— ha despertado alertas.
Aun así, liderazgos como el de Sheinbaum ofrecen un respiro ante el avance de figuras como Trump, Putin o Milei.
“Es una luz”, dijo la feminista Marta Lamas a Milenio. Y tal vez lo sea, en un mundo que, como dijo el estratega Waleed Shahid, clama por una alternativa integradora, democrática y tangible.