En Naucalpan, Estado de México, la inseguridad ha rebasado los límites, pues la delincuencia organizada que se dedica al robo de autopartes ha encontrado en este municipio un terreno fácil para operar sin restricciones.
En varias colonias ya es común que por las mañanas los propietarios encuentren sus vehículos desvalijados, con los espejos laterales arrancados, los rines desaparecidos o incluso sin la computadora automotriz.
¿Qué es lo preocupante para los vecinos de Naucalpan?
Lo más preocupante es la inacción de las autoridades. A pesar de la presencia de cámaras de seguridad, luminarias nuevas y patrullajes esporádicos, los robos no solo no disminuyen, sino que aumentan.
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El negocio del mercado negro de autopartes ha evolucionado en la región. Los delincuentes conocen perfectamente qué piezas se venden con mayor facilidad y rentabilidad, y por eso apuntan a componentes específicos que pueden colocarse en redes sociales, tianguis o incluso talleres sin mayor control. La demanda alimenta el crimen, y la falta de consecuencias lo fortalece.
¿Cómo fue el momento de los hechos?
De acuerdo con reportes, estos robos se cometen en apenas unos minutos y con una precisión milimétrica. En redes sociales circula un video captado por vecinos de la calle Circuito Circunvalación Poniente, en Satélite donde se observa un carro rojo estacionado, y enseguida desciende un sujeto de un carro blanco que, sin herramientas específicas, desmonta el faro del automóvil. La escena ocurre a plena luz del día y sin que ninguna autoridad intervenga.
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Ante este panorama, los habitantes de Naucalpan claman por acciones urgentes y eficaces. Las estrategias actuales, claramente, no están funcionando. Las patrullas circulan, pero sin resultados tangibles; las cámaras graban, pero no hay detenidos; y la inseguridad crece, mientras los responsables siguen operando con total impunidad.
Hoy, Naucalpan se ha convertido en un municipio donde el temor, la frustración y la impotencia dominan el día a día. Y mientras las autoridades guardan silencio, los vecinos siguen perdiendo algo más que autopartes: están perdiendo la confianza en el Estado.