El coordinador del PRD en el Senado, Miguel Ángel Mancera, envió al presidente de la Comisión de Puntos Constitucionales de la Cámara de Diputados, Juan Ramiro Robledo, sus observaciones sobre la reforma al Poder Judicial, donde se pronunció en contra de la elección popular de magistrados, jueces y ministros.
En el documento, el senador perredista precisó que no está en contra de reformar al Poder Judicial, aunque advirtió que esto debe hacerse sin afectar los principios de progresividad, justicia de calidad y seguridad jurídica.
Señaló, en este sentido, que no puede coincidir con la elección popular de ministros, jueces y magistrados, en los términos que plantea la reforma, ya que el mecanismo previsto afecta el espíritu de la carrera judicial, tutelado tutelado en la Carta Magna.
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Miguel Ángel Mancera recordó que la carrera judicial se basa en el mérito y la igualdad real de oportunidades, además de que fortalece la autonomía, la independencia, la imparcialidad, la idoneidad y la profesionalización de las personas que forman parte de ella.
Resaltó, en este sentido, que es indispensable asegurar que las personas que llegan al puesto de juzgador cuenten con los conocimientos de especialización y capacidad que solo certifican los concursos de oposición abiertos y transparentes aplicados por expertos.
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El senador por el PRD advirtió que, si bien se sostiene que la elección popular es para ciudadanizar y legitimar al Poder Judicial, la iniciativa no contempla la posibilidad de que se puedan postular candidaturas ciudadanas.
Indicó que solo se puede llegar a la convocatoria a través de las Cámaras del Congreso, la Presidencia o el Poder Judicial y dos de esos tres poderes tienen una carga política inherente a su esencia, lo cual es contrario a la independencia y autonomía que requieren los juzgadores.
Agrego que no se puede garantizar la autonomía e independencia cuando se advierte que los poderes de la unión “procurarán” que las postulaciones recaigan en personas que hayan servido con eficiencia, capacidad y probidad, lo cual se hace laxo y debilita la exigencia, pues no se establece como una obligación.