La pequeña población de Ures, muy cercana a los cuatro siglos de su fundación, como en sus tiempos de gloria, una vez más se ha vestido de gala para ser anfitriona del Festival de Pueblos Mágicos del Golfo de California.
Ópatas (gente hostil) fueron los primeros pobladores del hoy municipio con casi 9 mil habitantes y que en algún momento del siglo antepasado fuera la capital del estado de Sonora.
Ubicada a escasos 50 kilómetros al oeste de la capital Hermosillo, las actividades agrícolas y ganaderas han sido por siglos la vocación de estas fértiles y generosas tierras.
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Pero las industrias culinarias, turísticas y de destilados, cobra cada vez más fuerza. Aquí los labriegos producen del mejor Bacanora de la región.
El Bacanora es elaborado con un agave nativo. El impacto de esta bebida es ya de alcance internacional.
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Luego de un desplazamiento de cuarenta minutos desde la bulliciosa y, en ocasiones, caótica capital del estado, al llegar a Ures los viajeros suelen sentir que el tiempo se ha detenido.
Rodeada de milpas y establos ganaderos, el corazón de esta comunidad asemeja una pintura costumbrista con sus centenarias casonas enormes pórticos y patios interiores poblados con árboles de higo, naranja y durazno.
No es cosa menor el hecho de que Ures —alejado unos 150 kilómetros del también llamado Mar de Cortez— haya sido escogido para ser la sede del Festival de Pueblos Mágicos del Golfo de California.
El alcalde Gastón Sánchez, sabe que hoy es un momento crucial para el municipio que gobierna.
“Es una oportunidad magnifica para catapultar a nuestro municipio; tenemos mucho que ofrecer al turismo nacional y extranjero”, dice entusiasmo el primer edil.
Y es que este pequeño enclave del oeste sonorense, ha reunido a los representantes pueblos mágicos de Baja California Sur, Baja California, Sinaloa y Nayarit y, desde luego, el estado anfitrión, Sonora.