El 1 de noviembre, conocido como el Día de Todos los Santos, es una festividad de origen religioso que se celebra en todo el mundo. Esta tradición se remonta al siglo VIII, cuando el Papa Gregorio III proclamó la festividad. Aunque a menudo se confunde con el Día de los Muertos, que se celebra el 2 de noviembre, estas dos festividades tienen raíces distintas.
En este día, es común que la gente visite los cementerios y coloque flores en las tumbas de sus seres queridos fallecidos, en especial a los niños. La celebración de esta festividad es una oportunidad para reflexionar sobre la vida, la muerte y la importancia de la fe en la cultura católica.
La tradición del Día de Todos los Santos en México se enriquece con influencias prehispánicas. Los mexicas, por ejemplo, solían honrar a sus muertos después de la temporada de cosecha, entre septiembre y noviembre. Esta costumbre se entrelazó con la celebración católica.
Esta festividad no se limita a México, sino que se celebra en la mayoría de los países de tradición cristiana. En esta fecha, se rinde homenaje a los santos cristianos.
El Papa Gregorio III estableció la celebración en esta fecha por razones que aún desatan debates. Algunos creen que se seleccionó el 1 de noviembre para coincidir con ciertas festividades de los pueblos germanos, en un esfuerzo por suplantar las celebraciones "paganas".
Se relaciona este día con los fallecidos más pequeños dado a la pureza de su alma y a que están libres de culpa al igual que lo santos, quienes son proclamados de esta manera por la Iglesia.
Por ello, mientras el Día de los Muertos se centra en honrar a los difuntos adultos, el Día de Todos los Santos es un día para recordar a los santos y a aquellos niños que ya no están en este mundo. Ambas festividades tienen un lugar especial en las tradiciones culturales y religiosas de México y de muchas otras partes del mundo.