Cuál fue el rol de la "Unión Tepito" el 19-S del 2017

La Unión Tepito realizó tres cosas principales entre ellas, iniciar una tregua en la guerra por el territorio para ayudar a la población civil.

Escrito en NACIONAL el

Por Oscar Balderas

A las 2:15 de la tarde del 19 de septiembre de 2017, una hora después del terremoto magnitud 7.1 que sacudió a la Ciudad de México, los teléfonos de algunas vecindades en el centro de la capital comenzaron a sonar uno tras otro. El silencio que se había instaurado en las calles de la ciudad tras los primeros reportes de la tragedia solo era interrumpido por tres sonidos: el murmullo de la televisión, el repiqueteo incesante de las viejos teléfonos fijos y los chiflidos de cuadra a cuadra para anunciar el contenido de esas llamadas.

Del otro lado de la línea, líderes de La Unión Tepito reproducían a sus bases el mensaje que les había encomendado Francisco Javier Hernández, alias Pancho Cayagua, jefe máximo de la organización criminal y quien fue asesinado un mes después: a las 3 de la tarde se llevaría a cabo una reunión urgente y obligatoria para los halcones, narcomenudistas, encargados de puntos de venta de droga y cuidadores de casas de seguridad que operan en el Centro Histórico, Mixcalco, Merced, Tepito y Candelaria.

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La cita se llevó a cabo en un casa al fondo de una vecindad en la calle Jesús Carranza. Pronto, un enjambre de jóvenes se presentó a pie y en motocicletas, puntuales a la cita. Muchos llegaron armados, creyendo que el jefe aprovecharía la confusión del terremoto para hacer alguna movida contra El Betito, su acérrimo enemigo. La marabunta de muchachos criminales no llamó la atención de la policía, distraída entre escombros y ciudadanos atrapados en edificios derruidos.

A los pocos minutos llegó el palabrero de Pancho Cayagua: José Manuel González, alias El Pozole, asesinado a tiros hace cuatro días y quien ya comenzaba su ascenso criminal. Dos asistentes a esa reunión contaron a este reportero que de inmediato El Pozoles anunció que la junta tenía como objetivo saber qué haría La Unión Tepito frente al terremoto.

Alguien propuso llamar a la tropa de Tláhuac y Tlalpan para conformar un doble contingente: uno de rescate y otro de rapiña; otro sugirió aprovechar que tienen control sobre las imprentas del barrio de Santo Domingo para imprimir volantes con el mensaje "Con los atentos saludos de La U" y esos volantes se entregarían con despensas que compraría y repartiría el grupo criminal. Pero ninguna acción se tomó, solo la que El Pozoles comunicó y que le había llegado del jefe máximo: "se suspende andar de culeros". Textualmente.

La Unión Tepito haría tres cosas: primero, iniciar una tregua en la guerra por el territorio para ayudar a la población civil; segundo, usar las motocicletas en las que mueven drogas y armas para ponerlas al servicio de brigadistas y damnificados, principalmente a mujeres con niños; y tercero, comprar aguas y bebidas energéticas y entregarlas en las zonas de búsqueda de personas atrapadas, especialmente en las cercanas al Centro Histórico como la colonia Roma o Condesa. Nada de anunciar que las bebidas las había comprado la mafia, ordenó El Pozoles. Eso solo se le comunicaría a la gente de los barrios bravos.

Antes de disolver la reunión, El Pozoles entregó fajos de billetes a cada grupito y lanzó una última advertencia: el que desobedezca o se guarde el dinero será tableado. Y así el enjambre se deshizo y la tropa de La Unión Tepito se lanzó a las calles.

Quien en las primeras horas posteriores al terremoto salió de su casa u oficina para ayudar a los damnificados de la zona centro de la ciudad recordará el ronrroneo constante de las motocicletas que daban viajes gratis y que ofrecían llevar herramienta de un punto a otro. Incluso, cuando se desató un rumor en Twitter de que había asaltantes aprovechándose de una ciudad ruinosa y a oscuras, los líderes de La Unión Tepito ordenaron cuidar a los brigadistas y al que se le atrapara asaltando se le llevaría a una casa de seguridad como escarmiento.

Los dos chicos que fueron parte de ese ejército, y que me contaron la historia, reconocen que no fue un movimiento altruista. En aquel 2017, La Unión Tepito estaba enfrentada con el barrio que juró defender. La extorsión, los secuestros, los homicidios constantes que eran perpetrados por sus pistoleros les habían quitado el respaldo que alguna vez tuvieron. Y un grupo contrario a ellos, pero de igual fuerza, empezaba a ganar terreno bajo el nombre de La Anitunión.

Así que Pancho Cayagua, El Pozoles y otros líderes vieron al terremoto como su oportunidad de ponerse un traje de héroes. Movilizaron a su base y entre sus barrios presumieron a sus muchachos como socorristas que habían trabajado durante para reconstruir la ciudad a la que desangraban.

Incluso, en días posteriores, organizaron brigadas hacia Morelos y Oaxaca. Los agentes de la Policía de Investigación de la Procuraduría General de Justicia de la Ciudad de México que seguían de cerca sus perfiles en Facebook se sorprendieron: los adolescentes que solían posar con armas y publicar mensajes sobre mafia, drogas y sicariato, de pronto subían imágenes de ellos entregando comida y reconstruyendo comunidades para la gente más pobre.

Aquel 19 de septiembre de 2017 se terminó con una celebración a medio gas en la casa donde se hizo la reunión informativa. Los que no estaban demasiado agotados por cargas cascajo, bebieron y se drogaron. Algunos lloraron.

Sin embargo, semanas más tarde, La Unión Tepito volvió a las andadas. Y la base social que ganó, la perdió con la misma rapidez. Y esos jóvenes que por un breve momento, por el terremoto del 19 de septiembre, supieron lo que era ser héroes brigadistas, y no criminales, regresaron a tener ese destino que en el cártel le llaman la triple C:

Centro de rehabilitación, cárcel o cementerio.