Por Óscar Balderas, colaborador de MVS Noticias
22 segundos que se metieron en la piel de millones: ahí está el video de un niño, acaso de 8 años. quien es trasladado en el asiento del pasajero de una camioneta mientras carga un fusil de alto calibre. El niño recita la perorata llena de lugares comunes a los que los sicarios recurren cuando amenazan de muerte a sus rivales. Su destinatario es el líder del Cártel Jalisco Nueva Generación, Nemesio Oseguera, El Mencho, y su bravuconada está amparada en una certeza a su corta edad: él, pequeñito, está protegido por un tal R-5.
El video generó reacciones de indignación, pero pocos han tratado de entender a ese niño y su contexto. Su realidad tan ajena a la nuestra. Para comprenderle hay que empezar por la clave que él mismo ofrece: su ídolo máximo, el tal R-5, un demonio cuya acta bautismal firmada por el diablo en el norte del país, le confiere el nombre de Jesús Gregorio Villanueva Rodríguez.
Información relacionada: ¿Qué hay detrás de la amenaza de un niño contra "El Mencho"?
¿Quién es ese hombre y por qué su nombre sale de la boca de un niño?
La historia de Jesús Gregorio es la típica de un joven capo: nació pobre y creció ambicioso en una tierra árida de oportunidades. En este caso, el desierto de Sonora, un territorio que desde hace décadas está bajo control del Cártel de Sinaloa. Empezó vendiendo droga y avanzó hasta convertirse en el jefe pueblos pequeños, polvosos y calurosos al norte del estado, que serían insignificantes si no fuera porque los polleros que por ahí pasan migrantes y drogas hacia Arizona deben pagar una cuota por cada indocumentado y cada casa de seguridad y tortura que ahí instalan.
Lo atípico es lo que sucedió después. Jesús Gregorio parecía destinado a la mediocridad hasta que una balacera lo convirtió en ídolo de los niños. A esa refriega se le conoce como La Batalla de Tubutama y hasta 2010 fue el enfrentamiento entre dos cárteles más mortífero durante la guerra contra el narcotráfico.
Aquel 1 de julio, Jesús Gregorio, de 30 años, esperaba un día inusitado. Saldría desde la frontera con Estados Unidos y atravesaría los municipios de Oquitoa, Altar y Atil junto con más de 50 sicarios a bordo de 20 camionetas para llegar hasta el municipio de Tubutama, donde estaba sublevando una célula del cártel de los Beltrán Leyva. La misión era aniquilar a los rebeldes a la medianoche. Pero minutos antes, a 6 kilómetros de Tubutama, Jesús Gregorio supo que alguien dentro su organización llamada Gente Nueva del Chapo Guzmán le había traicionado dando su ruta a sus rivales a muerte.
Al pasar por una apretada franja carretera, justo entre dos peñascos de tierra color ladrillo, decenas francotiradores aparecieron en lo alto y les dispararon. Luego, aventaron granadas, cohetes, riflazos de alto calibre. Jesús Gregorio llamó a toda su tropa y contestaron la agresión con la saña de perros rabiosos. Durante mi viaje en Altar en 2017, los policías municipales me confiaron que la balacera duró unas 9 horas y que hubo más de 200 muertos, pero como los narcos recogieron los cadáveres de sus compañeros, la cifra oficial de asesinados se comunicó en 28, algo que los pobladores le causa una lastimosa risa.
Uno de esos sobrevivientes fue Jesús Gregorio, para sorpresa de todos. Y entonces no hubo Chicharito Hernández o Messi que valiera. Los niños del Sonora y Sinaloa empezaron a fantasear con ser como aquel pistolero rebautizado como el R5.
Su fama se extendió por esas franjas de país bronco que existen, pero que no conocemos. El grupo Traviezos de la Zierra le hizo un narcocorrido que habla como se hacía acompañar por soldados muy pequeños y cómo usaba fama entre los niños del noreste mexicano. Uno de los versos dice:
Busqué plebes con agallas / para formar mi convoy / y así como dijo Pancho Villa / yo tengo lista mi cuadrilla para la Revolución.
Y también:
2:24 Un saludo
Tanto se rodeaba de niños que cuando la suerte se le acabó al R5, durante una emboscada en Hermosillo, Sonora, en 2013,, el comando que lo asesinó a tiros también hirió a su niña-novia. Ella, apenas, tenía 16 años.
Su muerte sólo acrecentó su mito. Sus seguidores dicen que fingió su muerte y que aún defiende los terrenos del Chapo Guzmán acompañado de un ejército de infantes; sus enemigos, ahora el Cártel Jalisco, juran que solo es un recuerdo en la mente de algunos niños que invocan su nombre.
El niño que durante 22 segundos se dice "gente" del R5, está claro, no cree que habla de un sanguinario criminal que usaba niños como él como escudos humanos. El pequeño habla con ingenua sinceridad de un ídolo, una leyenda, un anhelo que parió un país que durante años glorificó a sus capos.
Para salvar a ese niño no solo hay que indignarse. Hay que entender y cambiar la narrativa. Hacerle entender que mientras esos falsos ídolos solo tienen como finales una vida en agonía, la muerte o la cárcel, él sí tiene un futuro brillante. Él sí puede ser leyenda de otros niños como él\u2026 por todas las razones correctas.