Las trágicas muertes por ahogamiento en el río Bravo reflejan el peligro que entraña esta frontera natural entre México y Estados Unidos y tienen en alerta a los migrantes que anhelan cumplir su sueño americano.
“En mi cabeza no está cruzar por el río, ya tengo aproximadamente 3 meses de estar aquí”, comentó a Efe Emily una migrante hondureña alojada en el albergue Senda de Vida en Reynosa, en Tamaulipas.
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Emily admite que aunque anhela cruzar, trata de no desesperarse por la situación de encierro, “los niños molestan, pero por el río no se me pasa por la cabeza cruzarme, anduviera sola lo hago, pero con el niño no”, puntualizó.
Su compañera de albergue, la guatemalteca Arely García, tiene también casi tres meses esperando su turno para ser llamada a una audiencia de asilo por parte de las autoridades estadunidenses.
Asegura que la trágica muerte de un padre e hija en las aguas del río Bravo en Matamoros -unas imágenes que han dado la vuelta al mundo- la han hecho recapacitar.
“Yo también ando con un niño, he querido esperar porque lo quiero hacer legal, no quiero cruzarme el río porque pienso en mi hijo y la verdad es que este proceso ha sido muy difícil; quisiéramos que esto caminara pero no camina, esperamos que las autoridades se pongan la mano en el corazón y hagan conciencia, que se vengan por nosotros”, relató.
A pesar de las recomendaciones de representantes de organismos de derechos humanos y de las autoridades mexicanas sobre los peligros de cruzar ilegalmente a Estados Unidos, algunos migrantes por desesperación arriesgan su vida por el sueño americano.