Ante los riesgos para el medio ambiente que representan las quemas agrícolas, la Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural (SADER) y el Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT), articulan acciones para brindar soluciones a productores de todo el país, fundadas en las investigaciones de carácter científico identificadas en las plataformas de investigación del programa Modernización de la Agricultura Tradicional (MasAgro).
Debido al cambio climático es pertinente y urgente promover prácticas sustentables que disminuyan y eviten las quemas por actividades agrícolas.
Las acciones impulsada por la SADER y el CIMMYT, a través de MasAgro, ha hecho posible que aproximadamente 200 mil hectáreas que antes se quemaban ahora ya no sean objeto de esa práctica.
Las prácticas sustentables, como la Agricultura de Conservación, son clave para mitigar los efectos del cambio climático, dar respuesta a crisis ambiental y proyectar un futuro saludable para el campo mexicano hacia 2030 y 2050, destaca que CIMMYT al señalar que desde 1992, ha investigado el efecto de la quema en el rendimiento de cultivos y la calidad del suelo.
Se ha documentado que la quema de rastrojos en camas permanentes baja el rendimiento de los cultivos (hasta media tonelada por hectárea) y que la quema de rastrojo reduce la masa microbiana (fundamental para el aprovechamiento de nutrientes), empeora la estructura del suelo y la infiltración de agua (lo que hace menos eficiente el riego).
En los hubs donde MasAgro trabaja, se realizan capacitaciones para productores agrícolas y otros actores del sector agropecuario, orientadas a brindar datos e información pertinente para propiciar que se evite la quema de residuos e incendios por fuga de combustible o por chispas al momento de encender los motores de la maquinaria agrícola y, con ello, promover una agricultura responsable con el entorno.
Asimismo, a través de MasAgro, se han desarrollado sistemas de datos que permiten monitorear a los agricultores que queman sus parcelas con el uso de imágenes de satélite.
Con esta tecnología, es posible observar las condiciones de hasta tres años atrás y compararlas con lecturas actuales para identificar las superficies en las que se queman parcelas año tras año.
En Campeche (Calakmul), Chiapas (Ocosingo) y Yucatán (Peto y Yaxcaba) se ha investigado la quema de rastrojo en sistemas tradicionales y se han brindado alternativas sustentables para evitarla.
Para el caso específico de condiciones de ladera, se ha propuesto combinar la Agricultura de Conservación (AC) con el sistema de Milpa Intercalada con Árboles Frutales (MIAF), para así aprovechar el rastrojo como cobertura del suelo y mitigar la quema con la presencia de árboles.
Quemar el rastrojo hace que se pierda la mayoría del nitrógeno en forma de gases contaminantes que se dirigen a la atmósfera; favorece la pérdida de nutrientes como fósforo, potasio, calcio y magnesio; facilita la germinación de semillas de malezas; deja al suelo sin protección haciéndolo susceptible a la erosión por lluvias y vientos; y disminuye la cantidad de materia orgánica, lo que limita el desarrollo de micro y macro fauna benéficas.
Zonas como Pénjamo, en Guanajuato, que producen altas cantidades de rastrojo (para cuyo manejo incluso se han tenido que desarrollar adaptaciones de maquinaria), han demostrado que un porcentaje del residuo agrícola se puede usar o vender como forraje o como sustrato en invernaderos; también es útil para composteo, para producción de hongos comestibles, así como papel, cartón, combustibles y materiales de construcción.
También se generan investigaciones e innovaciones en torno al manejo del rastrojo en contextos específicos, donde influyen aspectos como el pastoreo, el uso de maquinaria (que en muchas ocasiones ha tenido que ser adaptada) o su ausencia, condiciones climáticas y socio-organizativas diversas, etcétera.