En la Cámara de Diputados, la marea alcalina volvió a hacer presa del diputado Manuel Huerta, integrante de la bancada del Movimiento de Regeneración Nacional (Morena), que al menos en tres ocasiones anteriores, perdió la lucha contra el también llamado “mal del puerco”.
Durante un foro de las comisiones de Igualdad de Género, Atención a Grupos Vulnerables y otras instancias parlamentarias, realizado en el marco del análisis del Plan Nacional de Desarrollo (PND), por más que resistió, en algunos momentos el diputado Huerta Martínez sucumbió a los embates Morfeo, el dios griego de los sueños.
Aunque pestañeó, se removió en su asiento, consultó su celular, se recargó en una y otra mano y cambió de posición varias veces, no pudo evitar que sus ojos se cerraran un par de veces.
Un gran bostezo que intentó ocultar al poner ambas manos sobre su boca, se le escapó por los lados.
Durante más de media hora, el congresista y también médico cirujano de profesión, procuró no dormir.
A su lado el especialista del Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social (CIESAS), Juan Carlos Martínez, animado, respondía a preguntas de los asistentes.
En una de las primeras ocasiones que el diputado morenista fue captado por las cámaras de televisión, trataba de no cerrar los ojos mirando a uno y otro lado.
Cuando se cruzó de brazos, la somnolencia lo invadió.
Los pestañeos para no dejar caer sus párpados no sirvieron de mucho.
Sus ojos danzaron de un lado a otro e hizo un par de bizcos pero no aguantó más.
Con la cabeza ladeada, durmió por unos instantes.
Al abrir los ojos nuevamente, miró al invitado, agachó ligeramente el rostro, sintió que se le volvían a cerrar los ojos y cambió de posición.
Se inclinó sobre la mesa. Intento difuminar un leve bostezo, colocando sus manos frente a su boca. También buscó despabilarse, consultando su teléfono celular.
Por más de media hora, el diputado Huerta siguió luchando en medio del sopor.
Nuevamente cruzó las manos y sobre ellas, posó su rostro.
Después de lanzar un largo bostezo que no pudo tapar por completo, cerró los ojos.
Cuando se dio cuenta, ya habían pasado más de 10 segundos. Se obligó a abrirlos, levantando las cejas.
Así, con notorias dificultades para mantener la atención y para evitar dar al menos un cabezazo, para el diputado Manuel Huerta transcurrió la parte final de una reunión que se alargó por más de cuatro horas.