Mientras que en México 80% de los fondos destinados a la investigación científica y tecnológica provienen de fondos públicos y el resto son de la iniciativa privada, de mantener esta diferencia “no podremos mejorar el nivel de desarrollo del país”, alertó José Mustre de León, director general del Cinvestav, durante la entrega del Premio a la Innovación en Bionano: Ciencia y Tecnología Cinvestav Neolpharma.
En este sentido es que surgió la iniciativa de impulsar este reconocimiento. “Los premios son una parte importante como primer paso para lograr esta sinergia academia-iniciativa privada, y así lograr una mayor inversión para la investigación que a su vez reditúe en un mejor nivel de desarrollo del país y en un beneficio a la población”.
Mustre de León celebró que la entrega de este premio ha sido tan exitosa que Conacyt participará a partir del próximo año con una contribución económica, lo que lo convertirá en uno de los más importantes no sólo monetariamente, sino en la parte de reconocimiento a nivel nacional en el área de bionanotecnología.
Por su parte Efrén Ocampo López, presidente ejecutivo del grupo Neolpharma, comentó que “los datos demuestran que la innovación, el desarrollo y el bienestar de la población, están íntimamente ligados”.
Ismael Bustos Jaimes, del Departamento de Bioquímica de la Facultad de Medicina de la UNAM y ganador del premio en su cuarta edición, explicó que su investigación “Asociación de partículas tipo virus a través de tectones para la construcción de nuevos biomateriales”, muestra que la bionanotecnología (rama que aprovecha el conocimiento de la biología molecular para construir máquinas a escala nanométrica), pese a ser un nuevo campo de conocimiento en el país, genera cada vez más y mejores desarrollos.
De hecho, su investigación podría ser una alternativa para combatir las llamadas enfermedades lisosomales, un grupo heterogéneo de más de 50 trastornos metabólicos hereditarios, de difícil diagnóstico y tratamiento, pero también para tratar algunos tipos de cáncer o males hepáticos. Bustos señaló que estas terapias ya existen en el mercado, pero son costosas y no muy eficientes.
En los últimos 10 años, su equipo de investigación logró ensamblar el parvovirus B19 a partir de una de las proteínas que lo componen, y obtuvieron partículas tipo virus que, a simple vista, son esferas hechas de proteínas que están huecas. Ese espacio se puede usar para colocar elementos de interés, como un fármaco o un gen, y así engañar al “virus” para que lleve esta carga a las células.
Luego de perfeccionar el ensamblaje y “llenado” de las partículas, colocaron elementos también en el exterior, como sondas fluorescentes que las hacen brillar o péptidos que les permiten diferenciar unas células de otras, por lo que el siguiente reto fue crear partículas híbridas. Un extremo de esta “decoración” de partículas es la unión específica de unas con otras para hacer una oligopartícula, que por su naturaleza oligomérica multiplica exponencialmente sus funciones potenciales, por ejemplo: provocar tropismo, llevar una sonda de imagen que indique dónde se localiza, o ser el fármaco para combatir a la enfermedad.