Aunque Ciudad Juárez dejó de ser el epicentro mexicano de los feminicidios, fosas clandestinas con restos de mujeres que fueron secuestradas, torturadas y asesinadas hace años siguen emergiendo entre sus tierras desérticas, donde sus desesperadas familias las buscan pese a la indiferencia de las autoridades.
Este fin de semana, unas 80 personas que buscan a sus hijas, madres, hermanas o amigas desaparecidas viajaron durante horas entre polvorientos caminos de tierra para llegar al recóndito Arroyo del Navajo, en el Valle de Juárez, a unos 50 km de la frontera con Estados Unidos.
Este lugar del estado de Chihuahua, donde se hallaron los restos óseos de 11 mujeres entre 2007 y 2013, se encuentra a 100 km de Ciudad Juárez, donde a partir de la década de 1990 más de 1.500 mujeres de todas las edades fueron asesinadas brutalmente y con fuertes connotaciones sexuales, según cifras de distintas ONG.
Martha Rincón y José Luis Castillo, quienes buscan a su hija Esmeralda, desaparecida hace ocho años, dejaron a un lado su negocio callejero de hamburguesas para liderar la búsqueda del sábado, la cuarta que se lleva a cabo en el vasto Arroyo del Navajo.
Esmeralda Castillo tenía 14 años el día que salió de su casa por última vez para ir a la escuela.
“Encontrar las prendas (de vestir), los restos, los zapatos, es muy desgastante. Yo supe lo que llevaba mi hija cuando salió, pero nunca sé si lo que vayamos a encontrar es de ella”, dice a la AFP la madre de Esmeralda, una mujer de 55 años.
En 2010, Ciudad Juárez alcanzó un pico de mujeres desaparecidas, con 306 casos, una cifra que se redujo a 54 en 2016, y a 19 en lo que va de este año, según información de la fiscalía estatal.
Estas mujeres fueron motivo de muchas manifestaciones de protesta, que clamaron justicia por las llamadas “muertas de Juárez”.
Con los años, los feminicidios disminuyeron en esa localidad fronteriza, pero el foco se trasladó al céntrico Estado de México, que actualmente es la región más violenta para las mujeres, con 406 asesinatos en 2015, según el estatal Instituto Nacional de Estadística y Geografía.
Huesos sin nombre
Escudriñando la desértica tierra del Valle de Juárez con picos, palas y rastrillos, familiares y activistas levantaban la mano o pegaban un grito para avisar de que habían localizado algún resto óseo o alguna prenda. Entonces, las madres corrían a observar el objeto, intentando identificar si pertenecía a sus hijas.
El grupo de búsqueda estuvo acompañado por algunos agentes de la fiscalía de Chihuahua, quienes acudieron con material científico.
Cuando se encontraba algún objeto, los peritos lo levantaban para estudiarlo.
Pero el ambiente entre familiares y autoridades era de desconfianza.
Como muchos de los desesperados parientes de mujeres desaparecidas, los padres de Esmeralda recibieron de la fiscalía un pedazo de hueso humano sin identificación genética como única prueba de la muerte e identificación de su hija.
Ofendidos, rechazaron ese hueso de tibia y decidieron realizar los rastreos con sus propias manos.
“Yo no me voy a quedar conforme, porque yo les he dicho (a las autoridades) que mi hija no es un hueso nada más. Voy a seguir mientras las organizaciones y la gente nos apoye, seguiremos luchando”, comentó Rincón con la voz entrecortada.
“Hay falta de capacidad y voluntad para esto, no tienen ganas de trabajar, a ellos no les interesa” encontrar a las desaparecidas, aseguró.
David Peña, abogado del Grupo de Acción de los Derechos Humanos, que apoya a familiares de mujeres desaparecidas, aseguró que las autoridades no sólo no han hecho su trabajo, sino que en ocasiones han incluso obstaculizado las búsquedas de los familiares.
“Lo hacemos con nuestros propios recursos, (pero) se necesita tecnología que permita cubrir este terreno”, dijo.
Tras unas 10 horas bajo el extremo clima del desértico Valle de Juárez, los exhaustos familiares -que tienen miedo de hablar con la prensa- encontraron al menos 20 prendas femeninas, dos balas y un casquillo percutido. Sin embargo, en esta ocasión no hallaron ningún hueso.
Hasta ahora, cinco sujetos han sido detenidos por la desaparición de las 11 mujeres cuyos restos fueron hallados en este lugar, y fueron sentenciados a 697 años de prisión.