El iceberg A23a, que durante décadas fue considerado el bloque de hielo flotante más grande del planeta, atraviesa una etapa crítica: su desintegración se ha acelerado al punto de que expertos anticipan su desaparición total en cuestión de semanas.
¿Qué ha sido del iceberg A23a?
El A23a se desprendió de la Antártida en 1986 y, tras quedar encallado más de tres décadas en el mar de Weddell, comenzó en 2020 un lento desplazamiento hacia el Atlántico sur. Impulsado por la corriente circumpolar antártica, recorrió el conocido “callejón de los icebergs”, una ruta por donde suelen transitar estas masas de hielo rumbo al norte.
A inicios de este año todavía conservaba una superficie estimada en 3,300 kilómetros cuadrados, similar a la extensión de la isla española de Mallorca. Sin embargo, para agosto su tamaño se había reducido a menos de la mitad y en las últimas semanas su estructura se ha debilitado notablemente.
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Un riesgo para la navegación
El proceso de fragmentación ha generado bloques de hasta 400 kilómetros cuadrados, lo que representa un desafío para la navegación de barcos pequeños en la zona. Estos pedazos de hielo, aunque menores que el iceberg original, son lo suficientemente grandes como para causar daños significativos a embarcaciones que no logren detectarlos a tiempo.
El desplazamiento del A23a también lo llevó a rozar aguas poco profundas cercanas a las islas Georgias del Sur el pasado marzo, lo que generó preocupación entre ambientalistas. En esa región habitan colonias de pingüinos y focas que dependen del acceso al mar para alimentar a sus crías, por lo que cualquier obstrucción representa un riesgo para su supervivencia.
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¿Señales del cambio climático?
Aunque los desprendimientos de icebergs forman parte de los ciclos naturales de la Antártida, la comunidad científica ha advertido que la frecuencia y velocidad de estos eventos se ha intensificado. El calentamiento global, producto de la actividad humana, ha elevado la temperatura del agua y debilitado la estabilidad de estas masas de hielo.
El colapso del A23a simboliza el destino de muchos otros icebergs que, tras desprenderse de las plataformas de hielo antárticas, viajan lentamente hacia aguas más cálidas. Lo inusual en este caso es la magnitud del bloque, que durante casi cuatro décadas se mantuvo como un “gigante de hielo” a la deriva.
Hoy, el Iceberg A23a se encuentra en las últimas etapas de su existencia. Su fragmentación no solo es un recordatorio del dinamismo natural de los glaciares, sino también un signo visible del impacto del cambio climático en los polos del planeta.
