Sudáfrica y Trump protagonizaron un momento inesperado en el Despacho Oval cuando el presidente sudafricano, Cyril Ramaphosa, se disculpó, aparentemente en tono jocoso, por no disponer de un avión que obsequiar a su homólogo estadounidense.
"Lo siento, no tengo un avión para darle", comentó Ramaphosa ante las cámaras, provocando risas. Trump, sin perder la oportunidad, respondió que "lo aceptaría" encantado si Sudáfrica decidía ofrecer un aparato similar al Boeing 747-8 aceptado de Catar.
La escena se produjo el mismo día en que el Pentágono confirmó, a través de su portavoz Sean Parnell, que la Administración había aceptado el Boeing 747-8 donado por la familia real de Catar, valorado en unos 400 millones de dólares y calificado como "palacio volador".
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La noticia encendió a legisladores demócratas, quienes denunciaron el gesto como soborno y advirtieron de un "conflicto de intereses" que, a su juicio, invitaba a la influencia extranjera en la Casa Blanca.
¿Por qué aceptar un «palacio volador» gratis?
Ante la prensa, Trump defendió que "solo un tonto no aceptaría este regalo" porque, según él, ahorrará dinero a los contribuyentes y beneficiará a las Fuerzas Armadas de Estados Unidos. Recordó que el actual Air Force One sigue en construcción y que el nuevo avión ayudaría en la transición.
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Cuando un reportero intentó cambiar el tema hacia las denuncias de genocidio contra granjeros afrikáners, Sudáfrica volvió al centro de la conversación mientras Trump criticaba la premisa y Ramaphosa la rechazaba con firmeza.
Para suavizar, Ramaphosa reiteró su disculpa: "Siento que no tengamos un avión para darle". La afirmación hizo eco de la oferta que Trump aseguró aceptaría si viniera de Sudáfrica.
Ese matiz humorístico contrastó con la gravedad de las preocupaciones sobre seguridad que el Pentágono todavía debe evaluar antes de incorporar el Boeing catarí, proceso que, según el secretario de Defensa Pete Hegseth, seguirá todas las normas federales.
