En junio de 1990, el primer oficial Alistair Atchison y Tim Lancaster pilotaban el vuelo 5390 de British Airways que procedía de Birmingham con destino a Málaga. Todo iba en calma hasta que el parabrisas del lado del capitán se desprendió y lo succionó literalmente. Lo que parecía una muerte anunciada terminó siendo el Milagro de Málaga.
El archivo histórico de aviación explica que a las 07:33 horas, mientras el personal de cabina se preparaba para servir alimentos y bebidas, la aeronave estaba a una altitud de aproximadamente 17 mil 300 pies, cuando hubo un fuerte estruendo, el elemento estructural del avión se llenó de niebla de condensación.
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Los pasajeros sabían que algo había pasado, el capitán había sido succionado, su cabeza y torso estaban en el aire, sus piernas dentro sobre el volante y los pasajeros agarrándolo para que el aire no se lo llevara.
Un asistente de vuelvo que estaba dentro de la cabina de nombre Nigel Ogden, salvó la vida a Lancaster al tomarlo fuertemente de la cintura.
Debido a la presión del aire, los pasajeros y la tripulación pensaron que el capitán estaba muerto, pero aun así anhelaban un milagro, aterrizar y salir con vida de aquel capítulo amargo.
Los archivos indican que el copiloto ordenó a la tripulación no soltar el cuerpo del capitán, pues temían que el aire lo llevara a un costado, el motor izquierdo, causando a su vez un incendio o un fallo que provocara el desplome de la aeronave.
Terror y caos entre los pasajeros
Los tripulantes y pasajeros vivieron momentos de angustia, el avión no tenía paracaídas ni oxigeno suficiente para salvarlos a todos.
Por lo anterior, se tomó la decisión de iniciar un descenso de emergencia para alcanzar el oxígeno suficiente y salvar la vida del capitán y de los demás, se activó el piloto automático y emitieron una llamada de auxilio.
El avión consiguió aterrizar a las 7:55 horas en el Aeropuerto de Southampton.
El saldo: ningún pasajero herido y la mejor noticia, el capitán sobrevivió, con fracturas en el brazo, en la muñeca derecha, pulgar izquierdo, hematomas, congelación y conmoción tras la dura batalla para sobrevivir.
El dictamen de los peritos fue que hubo un fallo en la sustitución del parabrisas, se colocaron unos tornillos que no eran exactamente los especificados por el fabricante, haciendo que la ventanilla con la presión del aire saliera volando provocando el Milagro de Málaga.