Durante algunas horas, Luz imaginó que pronto volvería a ver a sus hijos. La mujer peruana de 42 años es una de los cerca de 2,000 migrantes, en su mayoría solicitantes de asilo en Estados Unidos, que viven en tiendas de campaña a orillas del Río Bravo en la ciudad mexicana de Matamoros, a la vista de la valla fronteriza.
El viernes por la tarde, un tribunal estadunidense bloqueó una política distintiva del Gobierno del presidente Donald Trump conocida como “permanecer en México”, que los ha obligado a esperar al sur de la frontera mientras se resuelven sus casos.
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La política es fundamental para la búsqueda de Trump de disminuir la cantidad de personas a las que se les permite ingresar a Estados Unidos.
Si se confirma el fallo, sería un duro golpe para el republicano, quien tienta un segundo mandato con una política migratoria de línea dura como pieza clave.
Cuando se corrió la voz del fallo del tribunal a través de un campamento en Matamoros, pocos estaban más eufóricos que madres y padres como Luz, quienes tomaron la elección de enviar a sus hijos a cruzar solos hacia Estados Unidos.
El programa “permanecer en México”, también conocido como Protocolos de Protección a Migrantes (MPP), no se aplica a menores no acompañados, por lo que algunos padres han enviado a sus hijos con la esperanza de que puedan quedarse con familiares en Estados Unidos, en lugar de acampar durante meses en una ciudad peligrosa.
“MIS HIJOS ME NECESITAN”
Cuando la noticia del fallo llegó a Luz, sus ojos se llenaron de lágrimas. Ella imaginó una reunión con su hija de 11 años y su hijo de nueve, cuyas caras solo ha visto por video desde que ingresaron a Estados Unidos hace casi un mes.
Pero la esperanza se atenuó rápidamente. Horas después, la decisión del tribunal fue suspendida para permitir que el gobierno solicite a la Corte Suprema de Estados Unidos que se ocupe del tema, dejando a Luz y a otros con más preguntas que respuestas.
“Mi único pensamiento es estar con mis hijos”, dijo Luz, quien agregó que dejó Perú debido a la violencia doméstica. “Yo necesito a mis hijos y mis hijos me necesitan a mí”.
La desesperación ha empujado a muchos padres a tomar la misma decisión, temerosos del riesgo de un secuestro o algo peor si se quedan en Matamoros.
Luz sabía que sus hijos no podían quedarse. “Yo puedo vivir acá. Mis hijos no aguantaban”, contó, protegiéndose del sol con una gorra de béisbol blanca.
A principios de febrero, ella envió a sus hijos a cruzar el puente fronterizo. Desde entonces se han quedado en una instalación del gobierno de Estados Unidos mientras Luz se esfuerza para proporcionar la documentación necesaria a fin de que puedan ser entregados a un primo.
La Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza de Estados Unidos no respondió de inmediato a una solicitud de comentarios.
Al menos 50 menores no acompañados hicieron el mismo viaje a Estados Unidos desde Matamoros en 2019 y la tendencia ha continuado este año, según activistas locales.
Mientras Edixson Sánchez viajaba de Venezuela a Estados Unidos, su hijo de siete años siempre estaba a su lado. Pero poco después de que fueron devueltos a Matamoros, Sánchez, de 39 años, vio a los hombres que lo habían secuestrado en un viaje previo. Al día siguiente, no dudó en enviar a su hijo al puente.
El sábado, Sánchez llamó a su hijo, ahora en Estados Unidos con su madre, escuchando impotente mientras el niño lloraba.
Desesperado por detener las lágrimas de su hijo, Sánchez le aseguró que se uniría a él pronto, aunque todavía no tiene idea de cuándo llegará ese día.