Detroit, la gran ciudad de Michigan y antiguo centro mundial de la industria automotriz, lucha hoy por recuperar la autoestima tras una brutal bancarrota y la huida masiva de habitantes, por lo que las elecciones presidenciales es una preocupación demasiado abstracta ante los enormes problemas cotidianos.
“Aquí hemos tenido muchos problemas -la bancarrota de la ciudad, el 30% de la población vive en la pobreza-, que se mantienen. Los últimos cuatro años la gente no ha visto muchos cambios, si no tenía agua con Obama tampoco lo tiene ahora con Trump”, explica a Efe Raquel Castañeda-López, la primera concejala latina de distrito en la ciudad.
Una cifra brutal sobre el declive de la ciudad: en los últimos 20 años ha perdido casi un 30% población.
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“Hay una desconexión respecto al Gobierno federal (…) El planteamiento es “ok, vamos a escoger a la persona que menos daño nos haga”. Joe Biden no es Barack Obama (2009-2017), eso lo sabemos, no es el candidato que emocionaba a todos, y con el que sientes una conexión personal, simplemente sabemos que la otra opción nos va a dañar más”, reflexiona sobre el candidato demócrata.
Castañeda-López representa a “Mexicantown“, el barrio concentra gran parte de la población latina de la ciudad, que es un 6% del total, y que recibe ese nombre porque en 1920 comenzaron a asentarse en ese allí inmigrantes mexicanos.
Detroit es, además, una ciudad dominada por las minorías, con más del 70% de la población afroamericana, un 10% blanca y un creciente número de inmigrantes yemeníes y bangladesíes.
Batalla por los suburbios
Nadie duda que en el condado de Wayne, donde está la ciudad, el aspirante demócrata se llevará la victoria, al igual que hizo Hillary Clinton en 2016.
La batalla electoral se da en los suburbios, como el de Macomb, al norte de la ciudad, que han ido cambiando sucesivamente al apoyar a Obama, y luego al actual presidente, el republicano Donald Trump, y en las zonas rurales del oeste y norte.
Michigan, con 16 votos electores es un estado clave del llamado “muro azul” (demócrata) del cinturón industrial junto con Wisconsin y Pensilvania, como lo demuestra que en 2016 se lo llevó Trump por apenas 10,000 votos, menos de un 1% del total.
Fue la primera vez desde 1988 que Michigan abandonó a los demócratas en una elección presidencial.
Por eso el republicano cerró su campaña el lunes en el oeste del estado en Grand Rapids, la segunda ciudad más grande y con un peso rural más marcado.
Esos condados, junto con los suburbios de Detroit, definirán el resultado.
Trump ha evitado el área metropolitana, pero ha visitado en varias ocasiones el condado de Macomb, donde se encuentran gran parte de las fábricas de automóviles de las legendarias marcas estadounidenses: General Motors, Ford y Chrysler.
Si bien carecen del lustre de la época dorada, y han sufrido una sangría de empleos, todavía cuentan con un peso notable.
En este ámbito, Trump supo apelar al orgullo de los trabajadores automotrices.
Desde que llegó a la Casa Blanca, Trump insistió en la necesidad de la renegociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte con Canadá y México, en vigor desde 1994.
Tras dos años de duras negociaciones, el mandatario logró sellar un nuevo pacto que refuerza las protecciones para el sector automovilístico de EEUU, y se anotó un tanto que no se cansa de recordar.
Comunidades asumen el control
El deterioro es aún evidente en la ciudad pese a los esfuerzos por revitalizar el centro. La arquitectura muestra a las claras que el esplendor es cosa de hace décadas, y ahora parece más una postal del paisaje urbano post-industrial.
Pero el hundimiento de los precios de la vivienda provocada por la crisis económica también ha atraído a jóvenes que buscan reflotar el prestigioso aura cultural de la ciudad, cuna del sonido Motown.
Es el caso de Josh Gardner, quien se trasladó a Detroit desde Washington y ha lanzado The Film Lab, una sala independiente de cine y bar en el barrio de Hamtramck.
“Es mi primera elección aquí, vine hace cuatro años. Es cierto que Detroit ha estado abandonado por mucho tiempo, y mal gestionado por los Gobiernos locales, así que la gente se ha hartado, y tomado el control con sus propias manos”, subraya Gardner a Efe, mientras en la pantalla se proyecta, en vez de películas, la noche electoral.
Por eso muestra su optimismo al respecto de Detroit, eso sí, al margen de los políticos.
“Hay un cierto renacimiento en Detroit. Mucha gente de aquí está creando oportunidades para sí mismos, negocios locales y asumiendo la responsabilidad de sus comunidades, creando los espacios que quieren por ellos mismos”, agrega.