Con unos 250 pueblos indígenas que suman una población cercana al millón de habitantes, la mayoría en la Amazonia, Brasil es uno de los países donde aún residen grupos no contactados, los cuales están amenazados por factores como la tala ilegal, la expansión agrícola y la violencia.
En 1970, durante el periodo de apertura de la Amazonia con la construcción de carreteras y poblados por toda la jungla, la población indígena brasileña sufrió un duro revés, a causa de la alta mortandad en grupos no contactados como consecuencia de enfermedades contagiosas como sarampión y gripe.
Sin embargo, en los años 80 la caída demográfica se revirtió y, luego de creer que era inevitable que desaparecieran la mayoría de los grupos indígenas, estas poblaciones se recuperaron y pusieron en marcha un proceso de lucha judicial y política para defender sus territorios y derechos.
Con todo, hay constantes amenazas a sus reservas, cuya preservación está garantizada en la Constitución brasileña, debido a que la ley frecuentemente no es implementada.
Esta semana fue reportado el asesinato de un cacique en la región amazónica del estado de Marañao, un crimen con signos violentos que indica que podría haber sido realizado por madereros que, en busca de especies preciosas y altamente valoradas en el mercado, incursionan en las reservas para extraerlas ilícitamente.
El cuerpo de Jorginho Guajajara, líder de la etnia indígena Guajajara, fue hallado el domingo pasado junto a un arroyo, en una carretera que bordeaba la reserva indígena Arariboia, que es víctima frecuente de la incursión de madereros ilegales.
Según testimonios a la organización no gubernamental Survival Internacional, el cuerpo del líder indígena mostraba signos de gran violencia, en especial en el cuello, lo que hace pensar que se trataría de un asesinato cometido por madereros.
Jorginho, un opositor al expolio maderero y de los recursos naturales de la reserva, situada en una zona del extremo noreste de la Amazonia, en Marañao, formaba parte de un grupo indígena que en los últimos años destacó en Brasil e internacionalmente por combatir por cuenta propia la entrada de los madereros.
Con 57 homicidios en 2017, Brasil es desde hace varios años el país del planeta donde más ecologistas, indígenas y defensores de campesinos sin tierra mueren de forma violenta, según la organización no gubernamental británica Global Witness.
Asimismo, algunos expertos estiman que en Brasil hay millones de hectáreas de tierra pública apropiada ilícitamente por grandes empresas e influyentes rancheros con el fin de producir soja o pasto para ganado,
Aunque la lucha por la tierra se extiende por todo Brasil, la Amazonia es la región que contribuye más que ninguna otra a que el gigante sudamericano lidere año tras año la lista de explotación de los recursos naturales.
Con una extensión cercana al 60% del territorio brasileño, la Amazonia sufrió en los últimos 30 años los efectos de esta tala acelerada y corte raso, que va sucedida muchas veces por la quema de los remanentes del bosque, para abrir áreas de pasto para el ganado bovino o la producción agrícola.
Una dinámica constante que amenaza seriamente al Amazonas, que ya perdió en las últimas décadas el 19% de todo el bioma, equivalente a 750 mil kilómetros cuadrados.