El papa Francisco cumplió este martes cinco años desde su elección en el cónclave de 2013, con el que dio inicio a un pontificado en el que situó en el centro de su mensaje la atención hacia los pobres y más desfavorecidos de la sociedad.
En la lluviosa tarde del 13 de marzo de 2013, los cardenales, reunidos en cónclave en la Capilla Sixtina, se preparaban para la quinta votación, la que acabaría designando al argentino Jorge Mario Bergoglio como el primer papa latinoamericano de la historia.
Él mismo ha explicado en varias ocasiones que a su lado se encontraba el cardenal brasileño Cláudio Hummes, el “amigo” que se encargó de confortarle cuando se percató de que los votos en favor del argentino aumentaban inexorablemente.
Los aplausos de los purpurados fueron finalmente la señal inequívoca de que la Iglesia tenía a un nuevo pontífice, tras la sonada e histórica renuncia de Benedicto XVI.
En ese momento Hummes, franciscano, abrazó a Bergoglio y le susurró unas palabras que marcarían definitivamente su ministerio: “No te olvides de los pobres”.
Fue por lo que el argentino eligió el nombre de Francisco, en honor al santo de Asís, el patrón de los pobres, “Il poverello”.
Tras la “fumata blanca” y aquel “Habemus papam”, el nuevo pontífice enseguida sorprendió por su sencillez, asomado al balcón de la logia central de la basílica vaticana: “Hermanos y hermanas, buenas tardes”, saludó ante una plaza abarrotada de personas.
“Cómo me gustaría una Iglesia pobre y para los pobres”, exclamó el recién elegido papa Francisco, que ya denotaba sencillez en sus palabras y su apariencia, durante la audiencia posterior al cónclave ante los medios de comunicación internacionales.
Su pontificado está lleno de gestos hacia los más desfavorecidos de todo el mundo y en sus viajes internacionales acude a las ciudades periféricas para, entre otras cosas, reunirse con inmigrantes, refugiados, enfermos, presos o indígenas.