Salah Abdeslam, único superviviente entre los autores de los atentados terroristas de noviembre de 2015 en París, no volverá a comparecer en el juicio iniciado ayer en Bruselas por su participación en un tiroteo con la policía belga en marzo de 2016, anunció este martes el tribunal encargado del caso.
“Salah Abdeslam ha informado al tribunal que no desea comparecer en la audiencia del jueves 8 de febrero”, dijo el presidente del tribunal de primera instancia de Bruselas, Luc Hennart, en un comunicado. El juicio debe reanudarse este jueves y concluir el viernes.
El lunes, en el primer día de audiencias, Abdeslam, de 28 años, declinó contestar a las preguntas de la juíza Marie-France Keutgen y dijo que aceptó acudir al tribunal porque le han convocado.
“No deseo responder a ninguna pregunta. Me acojo al silencio. Es mi derecho y me acojo a él. Mi silencio no me hace un criminal o culpable. Es mi defensa”, dijo.
“No tengo miedo ni de usted ni de sus aliados. Deposito mi confianza en Alá”, agregó en un tono considerado como una provocación por representantes de las víctimas de los atentados de París y de Bruselas presentes en la corte.
Fue desplazado a la capital belga especialmente para la audiencia, en medio de un fuerte y costoso esquema de seguridad.
El caso juzgado en Bélgica se remonta al 15 de marzo de 2016, cuando agentes de la policía belga fueron sorprendidos por tiros de kalachnikóv al iniciar un registro de rutina en un piso que creían vacío, en Bruselas.
En realidad, el local estaba ocupado por el fanco-marroquí Abdeslam, el tunecino Sofien Ayari, de 24 años, y un tercer terrorista, el argelino Mohammed Belkaid, de 35 años, quien murió en la balacera.
La fiscalía federal belga requirió la pena máxima de 20 años de prisión para Abdeslam y Ayari por “intento de asesinato contra policías en un contexto terrorista”.
“Fue una verdadera escena de guerra que los policías tuvieron que enfrentar. Es un milagro que no haya habido muertos”, dijo la fiscal Kathleen Grosjean.
Tres policías resultaron heridos. Como secuela, uno de ellos está actualmente incapacitado a 55 por ciento y otro a 35 por ciento.
Ayari afirmó que Belkaid fue el único en abrir fuego en la ocasión, mientras él y Abdeslam, que estaban en la cocina del piso mirando una tableta cuando la policía hizo irrupción, pudieron huir por una ventana.
No obstante, Grosjean señaló que el ADN de Ayari fue identificado en una kalachnikóv abandonada en la calle por donde el acusado huyó, por lo que está “convencida” de que él también disparó contra los policías.
Aunque las armas no tenían trazos del ADN de Abdeslam, la fiscal sostiene que el franco-marroquí puede ser igualmente considerado como coautor de los hechos.
Grosjean también insiste en la intención de matar de los acusados.
“¿Por qué no han huido cuando los policías se han manifestado? Que hayan permanecido muestra que su intención era atacar, combatir el enemigo”, sostuvo.
El descubrimiento del escondite del grupo condujo a la prisión de Abdeslam y Ayari tres días más tarde, en el barrio belga de Molenbeek, donde el primero creció.
Las autoridades belgas acreditan que esa prisión ha precipitado los atentados de Bruselas del 22 de marzo de 2016, en los que 32 personas perdieron la vida y más de 300 resultaron heridas.
En el piso donde ocurrió el tiroteo se localizó ADN de Najim Laachraoui, presunto fabricante de los chalecos suicidas y uno de los terroristas suicidas del aeropuerto de Zaventen, en Bruselas, así como de Mohamed Abrini y de Oussama Krayem, dos miembros del comando belga que desistieron de la misión en el último minuto.
También se halló el ADN de Bilal Hadfi, uno de los suicidas del Estadio de Francia, en París.
En la capital francesa, 130 personas fallecieron en los atentados de noviembre de 2015, uno de los más sangrientos reivindicados por el grupo terrorista Estado Islámico.
El juicio de Abdeslam por ese episodio no deberá ocurrir antes de 2020.
Ayari también es solicitado por las autoridades francesas en ese caso, ya que su ADN y diversas identidades falsas con su fotografía han sido hallados en varios de los escondites usados por los autores de los ataques.