“Nadie ha hecho lo que yo hice”. Donald Trump, todo un maestro en el arte de la autocomplacencia, asegura que, a fines de 2018, todo va bien para Estados Unidos y para \él mismo.
Al final de su segundo a\ño en el poder, el balance general tiene, sin embargo, muchos m\ás contrastes, incluso cuando los indicadores econ\ómicos son buenos por el momento.
El horizonte judicial del 45\º presidente de Estados Unidos se ha oscurecido considerablemente. Su exjefe de campa\ña Paul Manafort est\á en prisi\ón. Su exabogado Michael Cohen estar\á all\í en pocos meses. La vasta investigaci\ón del fiscal especial Robert Mueller sobre los supuestos v\ínculos entre Mosc\ú y su equipo de campa\ña avanza r\ápidamente.
Con el eslogan “America First” (“Estados Unidos primero”) por bandera, pisoteando las tradiciones y los c\ódigos con una especie de j\úbilo, el at\ípico e impulsivo presidente de 72 a\ños sigue desencadenando una avalancha de pol\émicas y alterando todo bajo los hurras de su base electoral y la mirada estupefacta de gran parte de su pa\ís y del mundo.
Haciendo uso de f\órmulas lapidarias, a lo largo del a\ño arremeti\ó contra los dirigentes de los principales aliados de Estados Unidos como Theresa May, Justin Trudeau o Emmanuel Macron, al tiempo que ensalz\ó sus buenas relaciones con los de Rusia o Corea del Norte, Vladimir Putin y Kim Jong Un.
En el plano interior, ninguna reforma legislativa significativa ha sido adoptada desde la reducci\ón de impuestos adoptada a finales de 2017. No se ha desbloqueado ni un d\ólar para el muro que Trump pide en la frontera con M\éxico y la victoria de los dem\ócratas en la C\ámara de Representantes har\á, y \él lo sabe, que la segunda parte de su mandato sea infinitamente m\ás dif\ícil.
El deceso de uno de sus predecesores, George H.W. Bush, cuyo ejercicio del poder es recordado por algunos como elegante y decente, vino a recordar hasta qu\é punto la presidencia de Trump est\á desprovista de estas caracter\ísticas. Repasamos, en cinco actos, un a\ño tumultuoso en la Casa Blanca.
El fiasco del G7
Normalmente las cumbres anuales del G7 son citas discretas, pero la de junio pasado en Quebec se convirti\ó en un caos bajo los ataques del inquilino de la Casa Blanca, particularmente alterado.
En el \último minuto torpede\ó el comunicado final, un documento de 28 puntos penosamente negociado por el “Grupo de los siete” (Estados Unidos, Canad\á, Reino Unido, Francia, Alemania, Italia y Jap\ón) y, en un tuit enviado desde el Air Force One, calific\ó al primer ministro canadiense, Justin Trudeau, de “deshonesto y d\ébil”.
Una foto con aires de retrato pict\órico se convirti\ó en el s\ímbolo de ese extra\ño momento de la diplomacia trumpiana: sentado con los brazos cruzados, el presidente estadounidense se enfrenta, con aspecto ce\ñudo, a la canciller alemana Angela Merkel y a otros dirigentes aliados.
El amigo Kim
El apret\ón de manos, el 12 de junio en Singapur, entre Trump y Kim Jong Un fue espectacular. La declaraci\ón com\ún presentada tras este encuentro lo fue bastante menos.
El presidente estadunidense se mostr\ó particularmente elogioso con Kim, al que describi\ó como “muy talentoso” y “muy buen negociador”, superlativos normalmente reservados para sus aliados.
“Me escribi\ó bellas cartas, son cartas magn\íficas. Nos hemos enamorado”, dijo meses m\ás tarde, siempre provocador.
Sin embargo, aunque la posibilidad de organizar una segunda cumbre fue mencionada, todo indica que por el momento las negociaciones resbalan.
Tono conciliador con Putin
La primera cumbre entre Trump y Vladimir Putin, muy esperada, se convirti\ó en un fiasco para el millonario estadunidense.
Tras un encuentro cara a cara de dos horas en Helsinki, solo en presencia de los int\érpretes, los dos hombres ofrecieron una rueda de prensa.
En un discurso extra\ño, Trump se neg\ó obstinadamente a condenar a Mosc\ú por la injerencia en la campa\ña presidencial de 2016, y dio m\ás cr\édito a las negativas del exagente de la KGB que dirige Rusia desde 2000 que a las conclusiones de sus propios servicios de informaci\ón.
En Washington, a unos 7 mil kil\ómetros de distancia, la consternaci\ón se impuso incluso en el seno de su propio partido. En un hecho poco habitual, varios legisladores republicanos manifestaron su indignaci\ón.
“La rueda de prensa de Helsinki fue un momento triste para nuestro pa\ís”, afirm\ó entonces Bob Corker, presidente de la comisi\ón senatorial.
Victoria suprema en la Corte
“Hace menos de dos a\ños que soy presidente y ya he hecho entrar a dos jueces en la Corte Suprema”.
Despu\és de Neil Gorsuch, Trump hizo entrar a Brett Kavanaugh en el templo del derecho estadunidense. Con cinco jueces conservadores de nueve, la venerable instituci\ón no hab\ía estado tan marcada hacia la derecha desde hac\ía d\écadas.
Trump defendi\ó a Kavanaugh, su candidato a la Corte, de las acusaciones de agresi\ón sexual y apunt\ó contra los senadores: "\¡No son \ángeles!".
Minimiz\ó la denuncia de Christine Blasey Ford y reclam\ó una investigaci\ón r\ápida del FBI: "No queremos hacer una caza de brujas. \¿O s\í?". pic.twitter.com/TIs3ZfkAWH— TN – Todo Noticias (@todonoticias) October 1, 2018
Pero el combate fue \áspero y amargo. La conmovedora audiencia de Christine Blasey Ford, que acus\ó a Kavanaugh de haber intentado violarla en una noche de excesos a comienzos de los 80, y el feroz desmentido del juez, dejaron huella y exhibieron los entretelones de un pa\ís profundamente dividido.
“\¡Caza de brujas!”
A medida que las investigaciones avanzan, los ataques de Trump contra el fiscal especial Robert Mueller son cada vez m\ás agresivos. En Twitter, por supuesto, pero tambi\én desde los jardines de la Casa Blanca, bajo el sonido del helic\óptero presidencial Marine One a punto de despegar, el presidente denunci\ó recientemente una “caza de brujas” orquestada por sus adversarios.
Probablemente el hombre m\ás secreto y discreto de Washington, Mueller no ha respondido nunca a los ataques presidenciales. Su respuesta podr\ía caer en 2019, a trav\és de documentos judiciales.