Los hispanos que viven en Francia están preocupados por las elecciones presidenciales, sobre todo por el marcado discurso antiinmigración de una de las favoritas para pasar a la segunda vuelta: la ultraderechista Marine Le Pen.
En vísperas de la primera vuelta, el domingo, los sondeos son unánimes en clasificar a Le Pen para la ronda final, que se celebrará el 7 de mayo.
Al igual que a muchos otros extranjeros, a Miguel Egea, un español de 22 años, le preocupa “ver que en Francia se esté propagando un discurso de odio en contra de los migrantes, los diferentes”.
Este andaluz de Almería llegó hace dos años a París para continuar sus estudios de filosofía y decidió quedarse estimando que las oportunidades de inserción laboral serían mayores que en su país, donde la tasa de desempleo (18,6%) continúa siendo de las más elevadas de Europa.
Pero su experiencia francesa no ha estado a la altura de sus expectativas. “Francia no me ha tratado tan bien”, confiesa este veinteañero que encadena contratos precarios.
Vanessa Muñoz, una ecuatoriana de 40 años, denuncia “una exacerbación del nacionalismo en Francia”. Esta quiteña que obtuvo en 2013 la nacionalidad francesa tras haber trabajado en este país durante más de una década teme que con la llegada de Marine Le Pen “tenga que probar a cada instante su filiación”.
“Me siento en parte francesa, porque yo lo escogí, sin embargo tengo raíces ecuatorianas”, señala esta empresaria, que dice estar angustiada por un trato diferente “entre las personas que son únicamente franceses y los que vienen también de otros lados”.
Vanessa votará por primera vez en Francia este 23 de abril. “Mi voto será por Emmanuel Macron”, el candidato centrista que se ubica en las encuestas como el principal rival de Le Pen. “Tiene que ser útil para contrarrestar una posible llegada a la presidencia de la ultraderecha”.
– ‘Salir corriendo’ –
El auge de Marine Le Pen, que ha sabido capitalizar el hartazgo de los franceses ante el desempleo y la inmigración y aprovechar la ola nacionalista en Europa, no sorprende a María Martínez, una española que vive en Francia desde 1992.
“Es algo que me parecía plausible desde hace mucho tiempo, tal y como veía la evolución de la sociedad”, estima esta arquitecta que estuvo casada con un francés. Pero aún así se siente desconsolada al ver “cómo una parte tan grande de la población es capaz de ir a las urnas para votar al Frente Nacional”.
“Me planteé tomar la nacionalidad francesa para votar, pero lo hice demasiado tarde”, lamenta esta madrileña que confiesa haber llorado cuando Jean-Marie Le Pen, el padre de la actual candidata, provocó un terremoto político pasando a la segunda vuelta de las presidenciales en 2002.
“Las nuevas generaciones tienen la memoria un poco corta”, dice afligida.
En caso de ser elegida, Le Pen promete una moratoria a la inmigración legal para detener una situación que considera “incontrolable” y medidas para reducir el flujo de inmigrantes a 10.000 al año.
Promete, además, impedir la regularización o naturalización de extranjeros en situación ilegal y crear un impuesto sobre la contratación de asalariados extranjeros “con el fin de asegurar la prioridad nacional de los franceses en el empleo”.
“Nosotros no les estamos quitando el trabajo a los franceses, estamos haciendo el trabajo que ellos no quieren”, se defiende Evelyn, una peruana sin papeles que pidió no comunicar su apellido.
En sus exiguos 20 metros cuadrados de vivienda en el norte de París, esta mujer de 29 años que se dedica a limpiar casas está decidida: “Si Marine Le Pen llegara al poder, vendería las pocas cosas que tengo y me iría a España, donde tengo una prima”.
“Pero quedarme aquí con el riesgo de que me manden de regreso a mi país ni pensarlo, no esperaré a que haya una cacería de todos los migrantes ilegales como en Estados Unidos”, explica esta madre soltera de dos niñas de 10 y 13 años que se quedaron en su país bajo el cuidado de su madre.
“Me costó mucho dinero y sacrificio llegar aquí”, recuerda.