Según cifras de la Unicef, un 42 por ciento de niños malienses trabajan, aunque la cifra puede variar mucho entre el 14 por ciento de la capital, Bamako, y algunas regiones rurales, como Kouliloro, al norte de la capital, donde el porcentaje sube al 56 por cineto.
En el norte del país, donde reina la inseguridad, más de 500 escuelas se vieron obligadas a cerrar sus puertas, la mitad de ellas en la región de Mopti, lo que significa, según las estimaciones de Unicef, que 50 mil niños de esa región suspendieron sus estudios.
Según estadísticas de la oficina de Unicef en Bamako, la mitad de las esposas malienses casadas y que tienen ahora entre 20 y 49 años de edad, se casaron antes de ser adultas, aunque esa cifra sube, por ejemplo, a 66 por ciento en la región de Kayes, en el extremo oeste del país.
Para hacer frente al problema del trabajo infantil, Unicef ha lanzado una iniciativa de sensibilización a nivel nacional con participación de 2 mil niños que visitan a las familias para convencerlas del interés de llevar sus hijos a la escuela.
Entre esos niños “embajadores” de Unicef se encuentra Amina, una estudiante de 14 años de edad e hija de una divorciada, quien, al igual que un centenar de compañeros en Bamako, visitó durante una reciente campaña de sensibilización a 75 familias durante cinco días para explicarles la importancia de la escuela.
El mensaje no siempre cala, dice Amina: “Estuvimos en una casa y el dueño nos dijo que tenemos que informar a los que nos han enviado de que los manuales escolares le resultan muy caros”.