Donald Trump quería una investidura “de récord” en asistentes pero, a falta de datos oficiales, los análisis y, sobre todo, las fotografías aéreas dejan claro que ha quedado lejos de los históricos 1,8 millones de Barack Obama en 2009.
Las autoridades de Washington DC habían estimado en los días previos que unas 800 personas asistirían a la toma de posesión del 45 presidente, tanto para celebrar su llegada a la Casa Blanca como para manifestarse en su contra.
Sin cifra final de la Policía ni del Servicio de Parques Nacionales -que dejó de dar datos de asistencia en el National Mall tras recibir una amenaza de demanda en 1995-, uno de los datos que se han usado para evaluar el éxito de la investidura de Trump es la cifra de viajeros del metro, el transporte recomendado para desplazarse a un centro blindado y cortado al tráfico.
A las 11 de la mañana, media hora antes del inicio de la ceremonia de investidura, 193 mil personas habían usado el metro de Washington, una cifra notablemente inferior a los 317 que habían viajado en la de Obama de 2013 o los 513 de la del expresidente afroamericano en 2009, y comparable a los 197 mil que se desplazaron para la de George Bush en 2005.
Otro dato que ayuda a hacerse una idea de la asistencia son los 1.800 autobuses registrados para estacionar en Washington, lo que significa, según el director de seguridad del Distrito de Columbia, Chris Geldart, que unas 100 mil personas podrían haber llegado a la ciudad en autobús.
La última investidura republicana, la de Bush en 2005, congregó entre 100 mil y 400 mil personas, según las estimaciones, frente a las 300 mil que, se calcula, acudieron a su primera toma de posesión en 2001.
En esa investidura, Bush tuvo las protestas más numerosas en 30 años, tras unas elecciones de recuento y Tribunal Supremo que dejaron el país rasgado por la mitad.
El controvertido magnate Trump llegó a la Casa Blanca rodeado además de nube de desazón que hace a muchos evocar la bocanada de optimismo que supusieron las investiduras de Obama (2009), Ronald Reagan (1981) y John F. Kennedy (1961).
Las protestas de hoy, con más de 200 detenidos e importantes destrozos materiales, deslucieron la jornada triunfal de Trump y, en algunos momentos, desviaron la atención de las celebraciones patrióticas.
Cuando el nuevo presidente se bajó de la limusina a caminar por la Avenida Pensilvania, a la altura del hotel que posee en la capital, se escucharon fuertes abucheos sobre un fondo de seguidores coreando “USA, USA”.
En algunos puntos de esa zona había hasta veinte filas de manifestantes que, con pancartas de “No al racismo” y “Resistencia”, le gritaban a Trump con indignación “¡Qué vergüenza!, ¡Qué vergüenza!”, según pudo constatar Efe.
En esta ocasión, el explosivo magnate se contuvo y no respondió a los manifestantes en su cuenta de Twitter, como acostumbra a hacer siempre que alguien -la última, la actriz Meryl Streep- se pronuncia en su contra.
Trump vio frustrados hoy los dos sueños confesos que tenía para su investidura: superar el récord histórico de asistencia de Obama -como pidió a sus seguidores en Twitter en diciembre- y ofrecer un gran espectáculo, algo que no pudo lograr, pese a su pasado de estrella de la telerrealidad, porque ningún artista de renombre accedió a actuar para él.
El tradicional desfile, que discurre por la Avenida Pensilvania entre el Capitolio y la Casa Blanca, careció de un número espectacular y fue bastante similar al que puede verse en la capital cada año durante la fiesta nacional del 4 de julio.
Una de las anécdotas de la jornada ocurrió cuando Trump, acompañado de su esposa, Melania, y del hijo de ambos, Barron, caminaba por la avenida a la altura de su hotel y el empresario saludó a sus trabajadores, que portaban una pancarta en la que le daban las “gracias”.
Otro de los momentos memorables del día tuvo lugar en el interior del Capitolio: Trump y su rival demócrata, Hillary Clinton, se vieron por primera vez desde las elecciones del 8 de noviembre, se dieron un apretón de manos y el nuevo presidente le dijo con visible vehemencia: “Gracias, gracias por estar aquí, gracias, gracias”.
Después, ya sentados para el almuerzo congresual, Trump interrumpió su breve discurso a los asistentes para agradecer a Hillary y a su marido, el expresidente Bill Clinton (1993-2001) su presencia y pedirles que se pusieran en pie para recibir un aplauso.
Pero fue otro expresidente, George W. Bush (2001-2009), quien protagonizó la anécdota más comentada del día en las redes sociales: las divertidas fotografías de su rebelde chubasquero transparente, que lució sin complejos durante la ceremonia de investidura, dieron un juego infinito en Twitter y Facebook.