En entrevista para MVS Noticias con Luis Cárdenas, Óscar Balderas, periodista especializado en crimen organizado, habló sobre el nuevo asesinato de un taxista en Veracruz tras la muerte de la maestra Irma Hernández Cruz.
El crimen organizado impone condiciones cada vez más violentas que frenan el desarrollo social y económico. Un ejemplo trágico es el caso de Irma Hernández, maestra jubilada de 62 años, que ante la falta de ingresos se convirtió en taxista en Veracruz y terminó siendo víctima de la extorsión criminal.
Su historia representa a miles que, además de sobrevivir con salarios bajos, deben pagar cuotas a dos cárteles rivales: la Mafia Veracruzana y Los Piñas.
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"De lo que poco se ha hablado en el caso de la maestra Irma Hernández, es que es la situación en la que están miles de personas en México, donde hay dos grupos criminales que cobran derecho de piso al mismo tiempo, y pagarle a uno significa estar en la mira del otro grupo. Y en Veracruz no hemos hablado mucho de una guerra silenciosa", explicó Balderas.
En el norte de Veracruz, ambos grupos cobran "derecho de piso" de manera simultánea. Pagarle a uno implica ponerse en la mira del otro. No hacerlo, significa convertirse en un blanco. Así, las víctimas como Irma no tienen siquiera la opción de negarse; muchas veces simplemente no tienen cómo pagar a ambos.
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"Y en el norte de Veracruz hay otra guerra silenciosa, de esa no hablamos mucho, pero lleva cientos de personas asesinadas, decenas de desaparecidos, y es una guerra entre el cartel más longevo que tiene este país, El del Golfo, y una escisión del cartel de mayor expansión y crecimiento del país, que es el Cártel Jalisco Nueva Generación", señaló.
"Y ahí justo está ocurriendo esta guerra terrible. Tienes por un lado al grupo de la Mafia Veracruzana, así se hacen llamar, que salen del Cártel del Noreste, que a su vez sale de Los Zetas, que a su vez salió del Cártel del Golfo. Y tienes después a un grupo prácticamente desconocido, que le dicen Los Piñas", agregó.
Este sistema, inspirado en el modelo de extorsión implementado por Los Zetas entre 2008 y 2012, utiliza a los taxistas como puntos móviles para la venta de drogas, vigilancia territorial y como fuente constante de ingresos.
"La Mafia Veracruzana, que son viejos Zetas, lo que hacen es que están siguiendo el modelo de Los Zetas. Cuando Los Zetas llegan a Coahuila y a Nuevo León, estamos hablando 2008, 2011, 2012, el modelo es muy claro: 'Vamos a agarrar a los taxistas y los vamos a cooptar'. De ese modo, si tenemos taxistas, tenemos tres grandes beneficios:
- Un punto móvil de distribución de drogas. Todos los taxis son "narcotienditas".
- Lo que tengo son halcones, que se están moviendo por toda la ciudad y me están contando qué están viendo.
- Un cobro de renta fijo. Cada taxista son 100 pesos al día, 80 pesos al día", contó Óscar Balderas.
La extorsión no es un fenómeno exclusivo de Veracruz. La estrategia se ha replicado en entidades como Sinaloa, Guerrero, Coahuila y Morelos, donde el crimen organizado se infiltra en las actividades económicas más precarias.
Jubilados, personas con discapacidad y trabajadores despedidos encuentran en el taxi una salida laboral, que pronto se convierte en una trampa mortal.
Este entramado confirma lo que Óscar Balderas describe como una guerra silenciosa: un país cuya violencia no siempre es visible, pero que cobra vidas y destruye comunidades desde la sombra.
