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El territorio mexicano es el más sísmico del planeta y esto se debe a las cinco placas tectónicas que lo rodean y a las múltiples fallas geológicas que lo atraviesan.
Tan solo el Valle de México es surcado por cuatro fallas geológicas que producen los llamados microsismos que, de tanto en tanto, se sienten en algunas zonas de la ciudad. Fue una de estas fallas, la situada en la región volcánico-tectónica que atraviesa el centro del país, la responsable del sismo del 19 de septiembre de 2017, cuyo epicentro ocurrió en sur del estado de Morelos.
Hoy que conmemoramos los terremotos de 1985 y 2017, hay que recordar que si de algo podemos tener la certeza las y los mexicanos es que vendrán más sismos, algunos de ellos de gran magnitud. Así ha sido desde hace miles de millones de años y así ocurrirá mientras la Tierra sea un planeta vivo y activo.
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De ahí la importancia de formar expertos de alta calidad en el campo de las ciencias de la tierra y la ingeniería sísmica, rubros en los que deberíamos ser potencia mundial, pero no tenemos ni la capacidad humana ni científica requeridas.
Tampoco hemos desarrollado las suficientes tecnologías que nos permitan prevenir y enfrentar los desastres ocasionados por los terremotos, ni hemos conformado una nueva cultura de protección civil.
Más allá de aprender a desalojar casas y edificios de forma segura, es necesario impulsar una nueva cultura de protección civil. La actual es la misma de hace 30 años.