En colaboración con Luis Cárdenas, Óscar Balderas, nos trae “Mina en tierra caliente lleva la guerra a un límite jamás visto”
La mañana del 31 de enero, la guerra que se libra en la zona de Tierra Caliente movió, una vez más, sus fronteras de lo imaginable: en un camino rural en una de las zonas más rojas de Apatzingán, Michoacán, una mina terrestre detonó sobre un vehículo de la Secretaría de la Defensa Nacional. Un ataque como nunca se había visto.
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Los efectos de una posible guerra con minas terrestres abrirían un nuevo capítulo de horror en la ya enloquecida disputa por Tierra Caliente: a lo impredecible de los ataques y emboscadas, se sumaría el factor del azar a la hora de patrullar caminos infestados por explosivos. La definición literal de ese lugar común que es caminar por un campo minado con los ojos vendados.
A eso hay que sumar el impacto psicológico para los pobladores que aún quedan en la región: la aterradora posibilidad de que la tierra esté envenenada con dinamita y hasta los niños estén en peligro de explotar.
Las minas terrestres como la nueva frontera del horror.
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