Los dedos de la artista española Vanesa Álvarez no tiemblan, a pesar del frío, mientras sujetan el pincel con el que pinta un mural en una calle del barrio neoyorquino de Brooklyn cargado de nostalgia y esperanza: “Nos abrazaremos de nuevo”.
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“Surgió la posibilidad de pintar este mural para darle un poco más de esperanza al barrio, con este año tan duro que llevamos”, cuenta a Efe esta artista gallega durante una breve pausa de su trabajo, que comenzó este martes y espera poder tener concluido este fin de semana, debido a que el frío y las pocas horas de luz ralentizan las pinceladas.
En cuanto posa sus herramientas de trabajo, se quita los finos guantes de goma con los que pinta, para enfundarse unos de lana y “entrar un poco en calor”. Hace siete grados, pero la sensación es de cinco, y en el borde de la acera donde ejecuta su obra todavía hay restos de la tormenta de nieve que la semana pasada arropó de blanco Nueva York.
UN MENSAJE DE ESPERANZA
La pintura, en la que predominan los tonos pastel, es un encargo de una cercana galería de arte pop, La Casa de Bobblehaus, donde confluyen dos pequeños colectivos de artistas de la zona de Williamsburg. Una pareja se abraza junto a un gran letrero que en mayúsculas parece gritar lo que pretende ser una premonición: “WE WILL HUG AGAIN” (Nos abrazaremos de nuevo).
“Nos volveremos a abrazar, porque yo espero que en primavera nos podamos, poco a poco, volver a abrazar y por eso también decidí usar estos colores que van más con el invierno”, cuenta Álvarez antes de explicar que la obra está pensada también como algo efímero, porque el edificio donde cobra vida su impronta tiene programado su derribo para el próximo marzo.
Por eso, continúa, aunque suele emplear colores más vivos, en esta ocasión optó por tonos “un poquito más apagados, más invernales, porque el muro puede que solamente dure hasta la primavera”.
UN TIEMPO DURO PARA LOS ARTISTAS
El 13 de marzo, se decretó en Nueva York la clausura de teatros, conciertos y eventos públicos en un momento en el que la ciudad se convertía en el ojo del huracán de covid-19 en Estados Unidos. Broadway apagó las luces de sus espectáculos, la milla de oro de los museos –MoMa, Met y Guggenheim– cerró sus puertas y toda la vibrante escena artística de la ciudad languidece desde entonces, a pesar de que museos y salas de arte comenzaron a recuperar en parte su actividad durante el verano.
“Esta pandemia, como para todos, para el mundo del arte ha sido un parón casi en seco, un jarrazo de agua fría”, cuenta Álvarez que “tenía una exposición en una galería de arte en Manhattan en verano que no pudo ocurrir”, y algunos proyectos en el extranjero, además de las clases que daba en el barrio de El Bronx sobre “arte público” que se “paralizaron al cerrar las escuelas”.
Así que “me quedé, como todos los artistas, en casa intentando hacer lo máximo posible online”, un tiempo en el que aprovechó para “terminar un libro de ilustración para niños en lengua gallega”. “Pero ha sido muy duro y como te imaginas, siendo una gallega viviendo aquí, con muchas dudas sobre volver a casa o no”, agrega.
LA UNIÓN HACE LA FUERZA
El golpe que ha supuesto la pandemia para el mundo de la cultura, que para Álvarez ha sido mayor para gente que como ella vive “entre la educación y el arte”, ha servido, sin embargo, para reforzar las conexiones con otros artistas en un mundo que ya de por sí se retroalimenta en redes de apoyo.
“Los artistas formamos conexiones, tendemos a colectivizarnos porque todos los artistas, pero sobre todo los que tenemos un mensaje tan social, los que nos gusta trabajar con la gente, los murales colaborativos o trabajar con la comunidad, tendemos a hacernos colectivo, porque es la forma”, dice tras explicar que ahora está en contacto con varias personas a través de la galería La Casa de Bobblehaus, la residencia artística donde vive o el colectivo “Project Art”.
UNAS FIESTAS EN NUEVA YORK
Álvarez acaba de tener un hijo, hace tan solo tres meses, con su pareja, el poeta vigués Marcos de la Fuente; y aunque su intención era viajar a su Vigo natal por las fiestas, decidieron quedarse en la fría ciudad de los rascacielos. “Nos da muchísima pena, porque queríamos presentar nuestro hijo a toda la familia, pero nos parece lo más responsable quedarnos aquí y evitar la propagación, va a tener que esperar un poco visitar España“, dice con la mascarilla tapándole nariz y boca.
Por eso, además de un intento de revivir los ánimos de los vecinos de Williamsburg, de mostrar que la llama del “art street” (arte de la calle, en inglés) sigue viva en Nueva York a pesar de los tiempos y de enviar un grito de esperanza, el mural -confiesa- “también es un pequeño mensaje personal a mi familia y amigos en España, en Galicia, pues que también nos vamos a volver a abrazar dentro de poco, eso espero”.