Este fin de semana la Orquesta Filarmónica de la Ciudad de México (OFCM) concluyó el Segundo Segmento de Temporada 2018 en el Centro Cultural Roberto Cantoral, con la dirección huésped de Iván del Prado, uno de los más destacados de Cuba y América Latina.
En el último concierto realizado a mediodía del domingo 24 de junio, el músico hizo gala de su versatilidad y vivacidad al conducir a la agrupación de la Secretaría de Cultura capitalina en la interpretación de obras Wolfgang Amadeus Mozart, Darius Milhaud, Joaquín Gutiérrez Heras y Ottorino Respighi.
Para el director artístico catalogado por la crítica como enérgico y apasionado, cuando la música se toca en vivo debe estar acompañada de expresividad para transmitir, puesto que no hay vuelta atrás. “Es un acto efímero mágico que sólo puede dejar a quien lo escucha una impresión o un estado de ánimo”, compartió en entrevista realizada en los días previos a su presentación.
Tal impronta de que la música sea activa la demostró el cubano que ostenta la Distinción por la Cultura Nacional —uno de los más altos honores conferidos a relevantes personalidades culturales del país caribeño— a las personas de todas las edades que asistieron a los conciertos de cierre.
Con cambios en el orden del programa, la OFCM inició la travesía musical con Postludio, del mexicano Joaquín Gutiérrez Heras (1927-2012) a quien Del Prado llegó a conocer personalmente. “El maestro era un caballero y su obra es reflejo de su cultura y gusto por la orfebrería musical”, recordó.
La obra, fundamentalmente estática y basada en largas notas tenidas y en movimientos interválicos —según indica el crítico musical Juan Arturo Brennan en las notas al programa—, fue compuesta entre 1986 y 1987, y estrenada el 27 de marzo en el marco del Tercer Festival del Centro Histórico de la Ciudad de México.
Video: Presentación de la Orquesta Filarmónica de la Ciudad de México al inicio del 2018 / Secretaría de Cultura
Lleva por título Postludio, no por ser concebida para ser tocada al final de una obra mayor, sino por su existencia en el tiempo actual, refiriéndose a ideas y estilos de otro tiempo. Fue la primera pieza que Gutiérrez Heras escribió para cuerdas, destacando algunos paisajes solistas escritos para violín y violonchello.
Le siguió la Sinfonía no.31 en re mayor, París, K. 297 (K. 300a), una obra en tres movimientos (Allegro assai, Andante y Allegro) que en 1778 compuso Mozart con la única finalidad de conquistar al público parisino. Fue la primera de sus sinfonías en cuya orquestación el autor austriaco incluyó a los clarinetes, los cuales se convertirían en un instrumento indispensable durante su última etapa creativa.
Después del intermedio, el programa de la Orquesta Filarmónica de la Ciudad de México —considerada una de las mejores agrupaciones de México y América Latina—, lo continuó el Tríptico botticelliano, del italiano Ottorino Respighi (1879-1936).
Inspirado en las pinturas renacentistas del pintor florentino Sandro Botticelli, el compositor elaboró en 1927 la que sería una de sus más conocidas partituras para pequeña orquesta, dentro de una serie de obras descriptivas en las que aludió a diversas fuentes históricas, pictóricas y realistas.
Con El buey sobre el tejado (Le boeuf sur le toit) Op. 58, del francés Darius Milhaud (1892-1974), la OFCM se despidió temporalmente del público para tomar un receso hasta septiembre, mes en el que continuarán los festejos sinfónicos por su 40 aniversario.
Con información de Secretaría de Cultura