A mediados de 2016 nadie esperaba que Kobe Bryant, una vez retirado, volviera a ganar un trofeo. Pero el ex astro del básquetbol se reinventó y este domingo sumó un Óscar a sus cinco anillos de campeón de la NBA.
“Querido baloncesto, desde el momento que comencé a enrollar las medias de mi padre y hacer tiros imaginarios para ganar partidos en el Great Western Forum, supe que algo era real: me enamoré de ti…”, con estas palabras arranca “Dear Basketball”, el homenaje particular de Kobe Bryant al deporte del que fue ícono mundial y con el que sumó un título inesperado a un brillante palmarés.
Cinco anillos de la NBA, un premio a Jugador Más Valioso de la temporada, 18 participaciones en el Partido de las Estrellas, dos oros olímpicos, tercer máximo anotador de la historia… y desde el domingo, el mayor galardón del mundo del entretenimiento.
“Si soy sincero, se siente mejor que ganar un campeonato (de la NBA). Es increíble, una locura”, dijo Bryant, honesto, con la estatuilla en la mano tras la ceremonia.
Días antes, en una entrevista, la leyenda de Los Ángeles Lakers había dejado claro qué iba a hacer con el premio en caso de ganarlo.
“¡Probablemente dormiré con él! Estaremos Vanessa (su mujer), Bianka (su hija pequeña), yo y Óscar”, comentó entre risas.
Desde el domingo, la poblada cama de los Bryant tiene por lo tanto un nuevo huésped.
‘La Mamba Negra’, como se le conocía, ya no será más el hombre que anotó 81 puntos ante los Raptors de Toronto en un patrido en 2006. Tampoco el jugador capaz de liderar a su equipo a victorias imposibles con canastas inverosímiles en los últimos segundos como aquella ante los Miami Heat del 5 de diciembre de 2009 cuando, sobre la bocina, anotó el triple del triunfo para los de púrpura y oro.
“Fue el tiro más afortunado que lancé nunca. Por lejos”, explicó entonces con una sonrisa.
El domingo, no fue la suerte quien lo acompañó sino el talento. El suyo, el de Glean Keane y el del mítico John Williams, autor de la música del corto.
Bryant nunca se conformó con ser solo un jugador de básquetbol. Ni siquiera uno de los mejores de la historia. Polivalente y polifacético, el originario de Filadelfia quiere dejar su impronta también lejos de las canchas.
A sus 39 años, parece claro que su sino no es el de comentar partidos por televisión o encaminar su carrera hacia los banquillos o los despachos. Por lo menos de momento.
La misma pasión con la que Bryant corría por la cancha, donde en ocasiones entraba en un estado de trance que recordaba a Michael Jordan, mandíbula desencajada incluida, es con la que el Kobe de hoy invierte en sus negocios y sigue recogiendo premios.
“La pregunta debe ser ‘¿Cuál es mi pasión?’ Y no ‘¿dónde puedo ganar más dinero?’ Cuando encuentras esa siguiente pasión (después de retirarte), todo lo demás tendrá sentido”, subrayó en agosto de 2017.
En el Dolby Theatre de Hollywood, “Dear Basketball” competía contra “Garden Party”, “Lou”, “Negative Space” y “Revolting Rhymes”. Cuando Bryant escuchó su nombre, su sonrisa volvió a ser la misma que la que mostró por primera vez tras ganar 4-2 en la final a los Indiana Pacers en el 2000 o la que lució una década después, en 2010, tras batir 4-3 a los Boston Celtics.
“Lo más difícil cuando vuelves a empezar es templar tu ego y arrancar de nuevo. Tienes que aprender los fundamentos de las cosas otra vez”.
Walt Disney, JK Rowling, Steve Jobs y John Williams son sus referencias. ¿Su objetivo? “Contar grandes historias para ayudar a que las nuevas generaciones se inspiren para lograr cosas épicas”.
Para ello, Bryant reconoce haber aprendido de Oprah Winfrey y Shonda Rimes. “Cuando tienes mentores así en tu vida, todo tiende a salir de forma natural”.
Y de forma natural fundó “Kobe Inc.” y lanzó un fondo de inversión de 100 millones de dólares.
Hasta 13 jugadores en la historia de la NBA tienen más títulos que Bryant, comenzando por Bill Russell, ‘El Señor de los Anillos’, con 11.
Pero ninguno de ellos ganó un Óscar. Tampoco leyendas de la interpretación como Johnny Depp, Bill Murray, Harrison Ford, Will Smith o Samuel L. Jackson.
Kobe Bryant ha roto barreras. Ha derribado el estereotipo por el que un deportista no podía dedicarse a otra cosa de forma exitosa. Se ha reconvertido, transformado, como tantas veces hizo a lo largo de su carrera como jugador.
“Y los dos sabemos que, haga lo que haga después, siempre seré ese chico con las medias enrolladas, la papelera en la esquina, cinco segundos en el reloj de posesión, la bola en mis manos. 5… 4… 3… 2… 1”.
“Y el ganador del Óscar es… Kobe Bryant”.