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Tras 40 de trabajo arqueológico en la zona del Templo Mayor, en El Centro Histórico de la Ciudad de México, en la calle de Guatemala 16, a espaldas de la Catedral Metropolitana, se encuentran los vestigios del templo de Ehécatl y de la cancha del Juego de Pelota, separados por poco menos de siete metros.
A ras de suelo se identifica una estructura rectangular de 34 a 36 metros de longitud y que en su parte posterior tiene adosados dos cuerpos circulares, el mayor con 18 metros de diámetro separados por un andador de 1.10 metros.
En la zona también se descubrió plataforma de 9 metros de ancho, un muro estucado en talud hacia el sur con una elevación de entre 1.75 y 2.15 metros, mientras que hacia el norte presenta escalinatas de cuatro peldaños que desplantan de un zócalo elevado sobre un piso de lajas.
Foto: Especial
El espacio estaba alineado al adoratorio del dios Huitzilopochtli, que compartía la cima del Templo Mayor con el dios Tláloc, se detectaron los restos de una escalinata por donde debieron ingresar los combatientes a la cancha del juego ritual.
El templo del dios Ehécatl, “dador de viento como elemento de origen para la lluvia durante periodos prolongados de sequía” tiene vestigio de tres etapas constructivas y por sus características arquitectónicas, corresponden a tres etapas de edificación del Templo Mayor; ambos edificios estuvieron en uso desde 1485 durante el gobierno de los tlatoanis Tízoc, Ahuízotl y Moctezuma Xocoyotzin, hasta 1519, coincidiendo con la llegada de los españoles.
Consumada la conquista, los edificios te hace fueron desmantelados para la construcción de los palacios de la capital virreinal.
Está tarde, la zona fue visitada por el vocero de la Presidencia de la República, Eduardo Sánchez; la secretaria de Cultura, María Cristina García Cepeda; el director general del INAH, Diego Prieto; el arqueólogo Eduardo Matos Moctezuma, profesor emérito del INAH, director del Proyecto Arqueológico Templo Mayor y actual titular del Programa de Arqueología Urbana del INAH, Raúl Barrera.
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El arqueólogo Barrera explicó en el sitio que “los dioses del Coatépetl combatían entre sí, pero también se tendían la mano, y los templos y adoratorios de México-Tenochtitlan expresaban esa simbiosis. Frente al adoratorio de Tláloc, deidad fecunda que residía en el Templo Mayor, estaba el templo consagrado a Ehécatl, divinidad que con sus vientos benignos barría los cielos y atraía la lluvia”.
Cabe recordar que en enero del 2010 se hallaron los vestigios de este edificio de más de 500 años de antigüedad, en un predio a espaldas de la Catedral Metropolitana de la Ciudad de México, y que hoy se confirmó, se acordó con los dueños del predio (los mismos que tienen en su resguardo el Casino Español), respetar la edificación prehispánica y dejar el paso libre a la observación de los ciudadanos, en los que en algunos años será un hotel.
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“Las fuentes históricas refieren que Hernán Cortés conoció el recinto sagrado de Tenochtitlan en compañía del tlatoani Moctezuma Xocoyotzin, quien le dio un recorrido por sus principales edificios, e incluso se dice que tuvo la oportunidad de observar el desarrollo de un juego de pelota, muy probablemente en la cancha principal, cuyos restos se han ido verificando en distintos salvamentos arqueológicos”, explicó Barrera.
Bajo el piso de la escalinata del juego de pelota, a 60 cm de profundidad en una fosa de 45 cm de diámetro, se halló una ofrenda “excepcional”, es la única oblación ritual hallada hasta ahora el predio de Guatemala 16.
“Al interior de la fosa, se colocaron grupos de vértebras cervicales articuladas, y un par de fragmentos de navajillas de obsidiana” que correspondían a una treintena de individuos niños y jóvenes combatientes, los únicos que podían participar del Juego de Pelota”, detalló el titular del Programa de Arqueología Urbana.
“México ve su pasado con orgullo y su futuro con optimismo”, concluyó el vocero de la Presidencia Eduardo Sánchez.
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