Por Diana Bernal, ex-Titular y fundadora de la Procuraduría de la Defensa del Contribuyente.
Es indiscutible el gran trabajo que la Matemática Raquel Buenrostro ha hecho desde inicios del año pasado al ser designada por el titular del Ejecutivo Federal y ratificada por el Senado de la República, como la tercera mujer (en un lapso de 23 años desde la creación del SAT) que ha ostentado el cargo de Jefa del Servicio de Administración Tributaria.
Pese a la crisis económica que ya se venía arrastrando (en 2019 tan sólo se registró un crecimiento del 0.1 del PIB, lo que en realidad implicó una contracción); así como al cierre de muchas actividades no prioritarias debido a la pandemia, la contracción del mercado interno, etcétera; lo cierto es que un pilar del Estado, la recaudación de impuestos, permaneció incólume, gracias al trabajo de Raquel Buenrostro.
Información relación: Jefa del SAT, entre las 50 personas más importantes del mundo fiscal
Sin embargo, quienes nos hemos dedicado, como la que esto escribe, durante muchos años a la defensa del contribuyente y nos hemos empeñado en que, paulatinamente se vayan reconociendo sus derechos y su dignidad como pagador de impuestos y sostén del gasto público; en más de una ocasión quedamos, durante 2020, algo azorados, pues al parecer se instaló como práctica administrativa, citar a reuniones privadas a los contribuyentes, especialmente a los socios o directivos de grandes empresas o sociedades, las cuales o bien tenían créditos o adeudos fiscales ya determinados (la mayoría de ellos por administraciones anteriores al 1o de diciembre de 2018) o bien se encontraban en procesos de auditoría o revisión fiscal.
Se sabe que estas reuniones fueron muy convincentes pues muchas de las empresas en cuestión, no estaban, previo a ellas, conformes con los créditos fiscales determinados y habían intentado o estaban a punto de intentar diversos medios de defensa, los cuales, fíjese usted, la ley concede a cualquier persona física o corporativa en un Estado de Derecho.
Sin embargo, la advertencia de que, paralelamente al proceso administrativo- fiscal, se podían instaurar denuncias penales contra socios y directivos de las empresas deudoras, incidió en que un gran número de ellas prefirieran pagar adeudos que aún podían ser objeto de defensa judicial, y acogerse igualmente, al renunciar a dicha defensa, a los llamados Acuerdos Reparatorios; para pagar no solo el monto del adeudo sino verse obligadas a publicar asimismo, en medios importantes de comunicación, un escrito lamentando el "no haber cumplido con sus obligaciones fiscales" y haciendo algo así como la manifestación de un propósito de no volverlo a hacer. Me recordó el catecismo que mandata para la confesión católica: "Dolor de mis pecados y propósito de enmienda".
Bueno, pues el caso es que los épicos esfuerzos de la Jefa del SAT por mantener la recaudación y cobrar a grandes contribuyentes o grandes empresas (la mayoría de ellas denominadas multinacionales por operar en diversos países o jurisdicciones fiscales), atrajeron la atención e interés de la muy prestigiada publicación internacional, el International Tax Review (ITR) quien colocó a nuestra jefa del SAT, la Matemática Buenrostro, en el lugar 19 de las 50 personalidades mas importantes del mundo fiscal: al lado de personajes tan relevantes como Pascal Saint-Amans, uno de los directivos de la OCDE en materia fiscal e impulsor del plan BEPS, por sus siglas en inglés, cuyo propósito es cobrar impuestos a las empresas multinacionales en todos los lugares o países donde generan riqueza y no únicamente en las jurisdicciones a que se acogen para tributar menos, mediante diversas estrategias fiscales.
Precisamente las razones que dio la ITR para incluir a Buenrostro en su prestigiada lista es el haber sostenido los niveles de recaudación en plena pandemia y haber cobrado impuestos (derivados de auditorías fiscales) a las empresas multinacionales.
Vaya una sincera felicitación para la Jefa del SAT, Raquel Buenrostro! Sin embargo, hago votos para que así como a nivel internacional se reconocen los esfuerzos recaudatorios en medio de la inédita y desastrosa crisis mundial, de salud y económica, que padecemos, también se reconozcan los derechos de quienes ya sean nacionales o extranjeros, sostienen con sus aportaciones tributarias el gasto público, y contribuyen con ello a una redistribución aunque sea parcial de la riqueza.
Hacemos votos para que lo recaudado se dirija no solo a programas sociales, muy necesarios, sino a estímulos fiscales que apoyen en inversión y creación de empleos a las pequeñas y medianas empresas que no tienen la riqueza y recursos de los grandes contribuyentes y que, en muchas ocasiones, son, además, totalmente mexicanas.