La Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural y el Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT), a través del Programa MasAgro, instrumentan acciones para el desarrollo de capacidades y la transferencia de conocimientos para productores que realizan esquemas agrícolas tomen conciencia de la importancia de no realizarlas más y conozcan alternativas agronómicas para el manejo del rastrojo.
La articulación de esfuerzos entre Agricultura y el CIMMYT ha hecho posible que más de 200 mil hectáreas que antes se quemaban ya no sean objeto de esa práctica.
A través de la ciencia orientada a la resolución de los problemas más inmediatos y urgentes del campo, el CIMMYT ha documentado los amplios beneficios de evitar quemas agrícolas.
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Entre los beneficios más notables de no quemar el rastrojo y en cambio usarlo como cobertura del suelo están la reducción de los costos de producción, mejoramiento de la estructura y calidad del suelo, menor incidencia de malezas, la conservación de la humedad e, incluso, mayores rendimientos.
Lo fundamental es promover estos beneficios para lograr una cultura de prevención que educa y ofrece alternativas para que todos los actores involucrados, particularmente los productores, sean partícipes del cuidado del ambiente.
Cabe señalar que el año 2020 inició con mala calidad del aire en las principales zonas urbanas del centro del país (resultado de la pirotecnia y de incendios de naturaleza diversa). En el Valle de Toluca, por ejemplo, se tuvo que activar la fase II de contingencia ambiental atmosférica.
En Puebla una densa nube de humo hizo recordar la contingencia ambiental que hubo en mayo de 2019 en esa y muchas otras entidades, la cual fue producto de incendios forestales derivados —muchos de ellos— de quemas agrícolas que se salieron de control (de acuerdo con Comisión Nacional Forestal del 10 al 16 de mayo hubo 348 incendios —32 por ciento derivado de actividades agropecuarias—, lo que afectó a alrededor de 36 mil hectáreas).
México tiene dos temporadas de incendios: la primera comienza en enero y termina en junio (afecta a las zonas centro, norte, noreste, sur y sureste del país), y la segunda principia en mayo y concluye en septiembre (perjudica a la zona noroeste).
La Sader precisó que las altas temperaturas, la baja humedad en el ambiente y la presencia de áreas con material vegetal seco son condiciones propicias para los incendios, aunque ninguna es tan determinante como la intervención humana.